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viernes, 25 de marzo de 2016

EL DESCENSO A LA LOCURA CAPÍTULO 3 Christian Perales





 EL DESCENSO A LA LOCURA
CAPÍTULO 3
Francamente no se cuanto tiempo estuve dormido bajo el efecto de los sedantes, como ya les había comentado en un manicomio se pierde toda noción, del tiempo y el espacio, de tal suerte de que solo se que desperté una tarde alertado por el sonido de la lluvia, y por el hecho de haber despertado en un territorio de basura y ratas, pero al menos por primera vez en lo que creo que fueron semanas estaba lúcido, los suficiente como para darme cuenta de que en un acto de humanidad alguien había decidido que eran ya suficientes sustancias químicas en mi organismo, en pocas palabras, si estaba aún aletargado, ya no era el efecto del sedante, era el de haber permanecido mucho tiempo inmóvil y maniatado en una cama, y debo decir que en otro acto de humanidad, ya me habían soltado las correas que sujetaban mis muñecas y tobillos para que a decir de los doctores: no me hiciera daño.
Era de noche, las luces del lugar estaban apagadas, con mucha cautela me asomé por la ventanilla, solo para darme cuenta de que tenía una pesadilla muy real enfrente, o lo que sería una pesadilla dentro de otra pesadilla, en el pasillo, observándome a través del cristal, estaba él, el Kavner, con esa mirada infernal y castañeando los dientes, solo ahí solo mirándome, sin entrar, ni tocar la puerta, nuevamente solo acechándome.
Yo simplemente me escondí acuclillándome contra la puerta, solo esperaba que de verdad esa cosa no tuviera la capacidad de entrar por mi, así que mis posibilidades eran limitadas, en ese momento me percaté de algo que las veces anteriores pasó desapercibido para mi, el olor a azufre o a cadáver que impregnaba las habitaciones cuando ese ente merodeaba por el lugar. Así, en es posición recibí el amanecer, cuando la luz del sol bañó los interiores más recónditos del hospital, fue cuando me atreví a salir de la seguridad de mi habitación para caminar por el pasillo. En ese momento me di cuenta de muchas cosas, como de que era día de pastillas anaranjadas y de ver estática en la televisión, también me di cuenta de que habían muchas caras nuevas e igual de dementes en ese sanatorio y también me di cuenta de el hecho de que muchos de los rostros que yo ya había tomado como algo familiar ya no estaban, pero me llené de consuelo al ver que al menos uno; el de Roberto, seguía siendo una constante.
-Hola Roberto...-
-hola...¿también a ti te quitaron los sedantes?-
-parece que si...¿quiénes son?...-
Le pregunté al ver ese nuevo número de pacientes nuevos.
-mh... no se..., no se ni cuanto tiempo nos durmieron...-
En ese momento una enfermera vino con nosotros y casi nos habló en secreto...
-oigan... disculpen... tienen que venir conmigo... hay alguien que quiere verlos...-
Caminamos detrás de la enfermera, con mucho recelo y desconfianza, nos condujo hasta la oficina donde la vez anterior ese doctor nos había tendido una trampa, per en ese momento no había ningún doctor o enfermero, solamente estaba una mujer bajita, como de treinta a treintaycinco años ataviado con bata blanca, nos pareció extraño pero aún así estábamos a merced de ella y de lo que quisiera hacer con nosotros, así que todo lo que propusiera, por malo que fuera, ya era ganancia.
-Salga señorita Paty, o me quedo con los pacientes...-
Esa fue una tajante orden que dio a la enfermera, que de inmediato nos dejó a solas con la doctora.
-Señores tomen asiento...-
-gracias-
-Bueno, el doctor Cárdenas está de vacaciones, yo soy la doctora Mariana Toledo, quedé a cargo del hospital dos semanas... así que estoy revisando algunos expedientes, entre ellos los de ustedes, donde me he dado cuenta de que sus trastornos no los hacen peligrosos... vamos... ni siquiera los hacen susceptibles de estar aquí... y quiero preguntarles: ¿por qué estaban aislados?-
-miré a Roberto con cierta incredulidad y al mismo tiempo tratando de darle en la mirada, la señal de que no debíamos decir nada... no sabíamos si debíamos confiar en esta mujer, ¿qué tal si nos hacía pasar una semanas más de morfina y ativán?-
Pero como buena psiquiatra, ella tenía sus maneras de hacernos entrar en la conversación, así que de una cajón de su escritorio, sacó los dibujos que todos los pacientes mentales habían hecho, en aquella mañana que acabamos en un cuarto acolchonado y repletos de pastillas.
-Señores, yo quiero ayudarlos.... quizás logren salir de aquí....pero necesito saber algo... necesito que ustedes me ayuden también, se que usted Roberto solo tiene una obsesión por los patrones, y usted Román está muy triste, pero ¿acaso quieren pasar aquí el resto de sus vidas?....Tienen la oportunidad de que alguien los declare sanos o por lo menos mentalmente competentes como para volver al mundo.... pero quiero saber algo sobre estos dibujos...-
De inmediato colocó los dibujos uno a uno sobre su escritorio, todos eran lo que temimos, retratos de aquel espectro de infierno...
-¿por qué ustedes son los únicos que no lo dibujaron?... ¿qué saben de él?... de esta cosa...-
-Pues....-
Roberto de inmediato confió en ella y comenzó a hablarle de esta entidad, no exageró las cosas, pero tampoco omitió, ningún detalle... le explicó nuestro desafortunado encuentro con esta cosa y la doctora pese a tener dudas y reservas creyó lo que estábamos diciendo... por primera vez alguien que no nos tomaba por locos...
-Bueno muchachos... no se si me juego mi cédula profesional por esto, pero les voy a ayudar, pero por ahora solo quiero que regresen a sus habitaciones mientras yo investigo alguna cosas... hasta entonces vamos a hacer de cuenta de que esta plática nunca pasó... -
Salimos los tres de la oficina y en el suelo del pasillo que conducía a las habitaciones, vimos un gran rastro de sangre... como si hubieran causado una grave y enorme herida y después hubieran arrastrado a ese desafortunado ser humano, y el hecho es que si, fue así, al dar la vuelta por el pasillo siguiendo ese mórbido rastro, nos topamos con un cuerpo mutilado de ambas piernas, tirado en el suelo, y nuestra mayor e ingrata sorpresa, fue que ahí estaba esa cosa. ese engendro del mal, que devoraba los restos del cuerpo que estaba desangrado en el piso. Al darse cuenta de que nosotros estábamos ahí, tomó su pala y comenzó a perseguirnos...Yo, tomé
e la mano de la doctora y junto con ella y Roberto, corrimos hasta entrar en una de las habitaciones desocupadas... pensando que al vernos hacer eso, al igual que las dos veces anteriores...se iría sin mas ni más, pero al cerrar la puertas, este ente simplemente comenzó a golearla y a intentar derribarla...
CONTINUARÁ....

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