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domingo, 30 de julio de 2017

LAS CANICAS Paco Lopez Mejía





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Les comparto ahora uno de mis primeros relatos. El hecho fue real, y le sucedió en Morelia a mi hermano mayor cuando era un niño... todavía se le enchina la piel cuando lo recuerda...
LAS CANICAS…
Los hechos que narraré ahora, sucedieron hace varias décadas en una casa de la calle de Héroe de Nacozari.
Como la gran mayoría de los eventos paranormales, el hecho en sí fue breve... Todo lo breve que puede ser para un niño de alrededor de diez años, el estar castigado en la planta alta de una casa... en una habitación... vacía y oscura...
Pero contaré los antecedentes de tan singular castigo...
En aquella época, en la mayoría de casas de Morelia se cocinaba con carbón... Pero, aquel día, definitivamente no “era el día” para Lalo: era tiempo de lluvias, el carbón había escaseado en la ciudad y papá le había ordenado que fuera a buscar el combustible, en donde lo encontrara y que no regresara sin él... obviamente, era un decir, pero el niño lo tomó al pie de la letra... así que emprendió la búsqueda en compañía de un amiguito de su edad y pasó una hora, dos, cuatro y más... Las mamás de ambos, asustadas, alertaron a los vecinos, a los familiares y a quien pudieron... Papá fue avisado en su negocio y pasaron las horas, hasta que por fin aparecieron los infantes, totalmente mojados, tranquilos y... sin carbón...
En fin, por esos hechos, Lalo fue castigado severamente: los cinturonazos –que forjaron a tantas personas de bien- acostumbrados en aquella época y, además, se quedaría hasta que papá regresara de trabajar y lo ordenara, en uno de los cuartos de arriba, que estaban desocupados, vacíos y... sin luz...
Lentamente empezó a pasar el tiempo... empezó a oscurecer y aquella habitación se hacía cada vez más oscura... más oscura...
El niño caminaba un rato alrededor y de un lado a otro de la oscura habitación, y otro rato se sentaba como podía pues le dolía la parte anatómica necesaria para ello, a lo lejos el sol se despedía de la hermosa ciudad en esos momentos en que la tarde no termina de irse y la noche no se decide a llegar... tal vez porque... tiene miedo...
... de pronto... el rechinar de una puerta... pasos masculinos en la planta baja... ¡pero, todavía no era hora de que papá regresara...! ¡Esos pasos... esos pasos... ¡ ¿será...? La pregunta quedó inconclusa... ¿será el...? No se atrevía a completar su pensamiento... al fin, era un niño que se dormía temprano y nunca había visto a...
¡un ligero rechinar que claramente era de un sillón al ser ocupado por alguien... por un adulto...! Y ese alguien ¿será el que...?
¡Por fin se decidió a completar el pensamiento mientras el miedo se apoderaba de él y la oscuridad se apoderaba de la habitación vacía...!
¿... será el hombre joven que ha visto papá, sentado en un sillón...?
Desechó esa idea... aquel hombre solía llegar cuando los niños ya dormían...
Ya en varias ocasiones había escuchado a papá platicar que por la noche –papá acostumbraba dormirse tarde-, había visto a un hombre joven, bien vestido aunque con traje algo pasado de moda, sentado en un sillón y en actitud de estar leyendo... y de pronto dejaba de verlo ¡se esfumaba...! En más de una ocasión se había cruzado impertinentemente, casi retadoramente con él y de pronto desaparecía...
¡Pero no... no, aquel joven intruso solo había sido visto por los mayores... seguramente no le gustaban los niños...! Trató de razonar con toda la frialdad y entereza que le permitían su edad y su situación de “reo...” en aquel oscuro cuarto...
“¡CLANKKKK...!” se escuchó abajo. El ruido lo sobresaltó, pero recordó que ya había sucedido varias veces que la basura que se depositaba en un cubo bajo la escalera... ¡de pronto era arrojada con todo y cubo, por algo o por alguien...!
Empezaba a tranquilizarse... meditaba sobre su absurda situación: “¡Castigado por querer cumplir una orden al pie de la let...!”
¡Clink...k...k...! ¡Una canica...! ¡Alguien... algo...había arrojado una canica por la ventana del cuarto aquel tan oscuro... tan vacío...! ¡Imposible! En las casas vecinas no había niños... ¡Clink...k...k...! ¡Otra más...! ¡Imposible...! e imposible que un niño de esa edad y en esa época no distinguiera el sonido de una canica al caer y rodar por el suelo...
¡Eran canicas! ¡Estaban arrojando canicas por la ventana de “su celda...”! Estaba seguro... otro ¡Clink...k...k...k! un poco más lejano lo convenció de que también caían canicas en el otro cuarto... Pero ¿quién...? ¿de dónde...? Las azoteas de las casas vecinas quedaban bastante alejadas de las habitaciones desocupadas... además, no había niños... el temor lo envolvía... temblaba, pero no sabía si era por el frío... aún no se secaban del todo sus ropas...
El temor que le había producido el pensar en el nocturno visitante que había sido visto por su padre en algunas noches y el sobresalto del cubo de basura arrojado por algo desconocido, fueron poco a poco dominados por la curiosidad, mientras seguian “cayendo canicas...” unas notoriamente arrojadas con más fuerza que otras... decidió acercarse lentamente, lentamente a la ventana, siempre teniendo el cuidado de ir pegado a la pared, para no recibir un golpe de canica... casi llegaba a la ventana, cuando claramente percibió el lejano pero perfectamente audible ¡Criiiiichhhhh...! de un sillón... el nocturno visitante se había levantado... unos pasos claramente masculinos... ¡CLINK...K...K...! ¡Un canicazo muy cerca de él lo hizo brincar...!
Pasado el susto, se acercó otra vez a la ventana... la luna muy tímidamente traspasaba con sus rayos de plata las nubes que cubrían a la Bella y Señorial ciudad e iluminaba las azoteas vecinas... no se veía a nadie que estuviera “invitándolo a jugar a las canicas...” ¡Otra canica cayó de pronto en la habitación contigua... se oía rodar sobre los mosaicos...!
Recorrió las azoteas con la vista y ¡Nadie...!
¿Nadie...?
¡Si...! ¡Allí estaba alguien...!
¡De pronto lo vio... o... la vio...! Un bulto con forma de una mujer bastante alta, blanco, neblinoso, estaba sobre la azotea de la casa vecina... flotaba... sí, flotaba... se movía lentamente... de un lado a otro... lentamente... pasaron uno o dos minutos...
De pronto aquello pareció percatarse de la presencia del chiquillo ¡Y se movió decididamente hacia él... prácticamente se lanzó sobre él...!
Lalo gritó... corrió hasta el fondo de la oscura estancia... las canicas seguían rebotando. ¡Chocaban con la ventana, penetraban al cuarto... rodaban por el piso...!
Pasos apresurados por la escalera... ¡Papá abrió la puerta...! y casi se llevó cargado al pequeño...
Sobra decir que una vez que se repuso y contó su experiencia, le aseguraron que papá acababa de llegar cuando lo escuchó gritar... el rechinar de una puerta, el crujido de un sillón, los pasos masculinos, posiblemente habían sido en otra casa -le dijeron por tranquilizarlo, pues papá y mamá sabían que en aquella casa había algo o alguien inconforme con su presencia-, aunque la verdad es que en aquellas construcciones los muros eran tan anchos que difícilmente se escuchaban esos sonidos...
De una u otra forma, trataron de ayudarlo a restarle importancia al hecho... pero lo cierto es que tiempo después, nuevamente castigado por pegarle a su hermanita... ¡Volvió a ver al bulto neblinoso, blanquecino... claramente flotando sobre la casa vecina...! ¡Y dirigiéndose hacia él...!
Tantas cosas raras sucedieron en esa casa, que la familia duró poco tiempo ahí... pero el tiempo no ha borrado de la memoria de Lalo aquellas canicas invisibles e inexistentes y aquella figura femenina, neblinosa, flotando sobre las azoteas... ¡Y dirigiéndose decididamente hacia él...!