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domingo, 3 de septiembre de 2017

EL TAQUITO Cyrano Enamorado

La foto de Cyrano Enamorado

Breve historia de EL TAQUITO y anécdota de una decepción amorosa
Buenas y bohemias noches de corazón a corazón palomila
Oriundos de Guadalajara Don Marcos Guillen y Concepción Rioja "Doña Conchita" llegaron al DF
Para sobrevivir vendían tacos por las calles del centro de la Ciudad
El negocio prospero compraron un predio en la Calle de Carmen en el numero 69
Doña Conchita preparaba
Cabrito, sopa de medula y arrachera en su jugo
Don Marcos aficionado a las corridas de toros invitaba a los toreros mas afamados y ofrecía un buen banquete de criadillas de toro a quien saliera en hombros de la plaza de toros
En 1979 el restaurante se encargo de la comida ofrecida al Papa Juan Pablo II en su primer visita
Aquí han comido John F Kennedy, el astronauta Yuri Gagarin, actores y actrices del cine mexicano y extranjero, llego hasta Fidel Castro
En 1962 vino de visita una gringuita guapa ella con un leve atisbo de tartamudez casi imperceptible, era castaña pero insistía en ser rubia, ojos color miel, Su nombre Norma, pero quería que la llamara Marilyn
Un amor fugaz con una visita a Teotihuacan y haberle comprado un suéter en Chinconcuac
Para coronar la noche la invite a EL TAQUITO ahí le pediría llevarme la al jacal para que me hiciera mis tortillas, pero la canalla llego del brazo de otro Indio de apellido Fernández y una comitiva de gorrones se pidió su mariachi y ordeno tacos y caldos para todos al fin yo pagaba
Se brindó con cerveza por México
No me alcanzo para la cuenta me quede a lavar trastes mientras la rubia se fue a seguirla a Garibaldi
Meses después vi unas fotos donde posaba con el suéter que le compre, ya estaba alistando el burro para salir a tierras gringas pa reclamarle su mala jugada
Era agosto de 1962 en un periódico la foto de aquella chica y el encabezado MURIO MARILYN MONROE
Hoy El Taquito solo esta en planta alta
perdió popularidad por la invasión de comerciantes de Tepito después del terremoto de 1985

RAFAEL OZUNA. Cyrano Enamorado

La foto de Cyrano Enamorado






RAFAEL OZUNA.

Buenas y bohemias noches de corazon a corazón palomilla a pocos días de conmemorar 48 años de Los Juegos Olímpicos en Mexico 
Recordar a Rafael Osuna el mejor tenista en la historia del pais
Es el primer y único mexicano en ganar los 4 torneos del Grand Slam de 1960 a 1963 
Nació en la Ciudad de México en 1938 desde pequeño mostró habilidades en actividades deportivas.A los 10 años gano el Campeonato Nacional de Tenis de mesa
En 1962 lidero al equipo que llego a la final de la copa Davis
Es el primer mexicano que logra ganar el Torneo de Wimbledon y repetir su hazaña
Estos logros y mas lo colocaron como el Numero Uno del mundo en 1963
Practicaba Basketball llegando a participar en la Selección Mexicana en juegos panamericanos
Después opto por el Tenis que le dio la oportunidad de ganar varios torneos y el ya mencionado Grand Slam
En los juegos realizados en México aquel triste 1968 gano 3 medallas de oro, aunque no figuran en la cuenta oficial del medallero por ser considerado El tenis Juego de Exhibición
Si no fuera suficiente, se graduó con honores en la carrera de Administración
Tenia 30 años, aquel 4 de Junio de 1969 a las 7 am, torre de control pierde contacto con el Boeing 727 con 79 pasajeros mas la tripulacion, cerca de la zona del Cerro del Fraile en Monterrey
A bordo entre los pasajeros, iba el joven tenista y el político Carlos Madrazo dirigente de un partido político esos años y su esposa
Se han hecho conjeturas y muchas teorías sobre lo que pudo pasar
Accidente o atentado?
Pero eso es otra historia

PASAJE AL INFIERNO Faby Lopez

La foto de Faby Lopez

Esta historia me fascino y quise compartirla con ustedes.
PASAJE AL INFIERNO.
En el pueblo de Wallenfels, lugar tradicional de Alemania, del interior de un bar lujoso, a altas horas de la noche, salió una elegante joven rubia, después de un ardoroso baile con un individuo. En la acera, llamó un taxi para volver a su departamento. Era primera vez que marcaba aquel número, que encontró en un folleto recogido, el cual mostraba “666” en medio.
Esperó a que llegara pronto, pues comenzaron a caer gotas y debió sacar su paraguas. Esa tarde lo habían anunciado en la televisión: podía llover.
Se detuvo ante ella un taxi rojo, color que no había visto en tales, con vidrios polarizados. Abrieron la puerta de atrás, invitándola a entrar. Dudó por un momento, pero no quería llegar tarde a casa así que subió. Los asientos estaban forrados, y se sintió algo sofocada por la iluminación roja y unos tangos antiguos sonando en la radio.
—A dónde se dirige —dijo el conductor con voz madura y seductora.
Parecía de unos cuarenta años, tenía mostacho, ojos café, usaba boina y bufanda. Su aspecto era suntuoso y rimbombante, aunque algo en su rostro sugería cierta maldad. Llevaba anillos de oro. Pero no se concentró demasiado en él; iba más enfocada en mirar la calle, por si llegaba a llover. Detestaba la lluvia.
Sus ojos eran azulados. Notó a través del retrovisor que él la observaba; se ruborizó y apartó la mirada.
Contestó la ubicación de su domicilio y le entregó las monedas. “En camino”, contestó el hombre, cuya voz, sin saber por qué, la estremecía. Giró el volante y dobló por una calle. Por el parabrisas se veía la llovizna. Sin embargo, en ese momento no sabía que estaba en un peligro sin paragón; en un engaño que pondría en riesgo su vida.
En aquel pueblo de Wallenfels, existía un mito desde hacía mucho tiempo, que las ociosas dueñas de casa contaban a sus hijos para enviarlos a dormir temprano, mientras sus maridos andaban fuera trabajando, como leñadores y oficios por el estilo. El mito tenía similitud con los que se contaban en casi todas las culturas con el efecto de amedrentar a los niños, como el viejo del saco, el coco, etcétera. Éste hablaba de un demonio que salía a la caza de los infantes que aún estaban despiertos en las horas previas al anochecer, y, si los pillaba despiertos, los devoraba. Luego este mito evolucionó, siguiendo estándares más contemporáneos. Mucho tiempo después, cuando nuestra protagonista era una pequeña de cinco años, a la que le faltaba uno de los dientes delanteros, pues hacía poco se le había caído, su madre, una de estas dueñas de casas desocupadas, le contó el mito actual, el cual decía que el demonio se las ingenió para atrapar a la juventud que andaba hasta avanzadas horas de la tarde por la calle, y de este modo tomó el cuerpo de un taxista; se le conocía como Fahrerteufel. Su hija nunca hizo caso a esta historia, y cuando adulta se volvió aficionada a las salidas nocturnas y fiestas. Sólo a veces pensaba, si sería verdad que el Fahrerteufel andaba rondando las calles.
Hacía unos meses un padrino rico de ella había muerto, y como su familia era la más cercana al padrino, en su casa cayó toda la fortuna de la herencia. Sus vidas habían cambiado. Vivía ahora con su madre en un lujoso apartamento y se volvió una mujer apegada a la buena vida y la ostentación. El taxista había encendido un cigarrillo. Dio una bocanada y lo limpió en el cenicero, diciendo:
—¿A qué te dedicas?
Desconfiada, sin parecerle que correspondiera al servicio de transporte, dudó en responder. Finalmente, dijo:
—Hago lencería de mujer.
—Vaya, qué interesante —respondió dando otra bocanada a su cigarrillo. De vez en cuando la miraba de reojo por el retrovisor.
El auto se detuvo ante una luz roja. La llovizna había cesado, la noche estaba húmeda, pero las farolas y luces de locales entregaban una sensación de calidez. Sintió que este momento era el preludio a algo mayor que sucedería en el vehículo. No se equivocó: el brazo de él se había estirado hacia su rodilla y la acariciaba.
—Veo que usas portaligas —comentó. Su mirada, en el retrovisor, estaba sobre su muslo, que se alcanzaba a percibir entre la corta falda.
Se sonrojó, cubriéndose rápidamente con la falda, y se sintió ofendida. Intentó abrir la puerta, pero no podía quitar el seguro, por más que se esforzara. Dio luz verde. El motor arrancó.
—No me diga ese tipo de cosas. Deténgase, me bajaré.
—No, no puedes bajarte.
—¿Por qué?
—Porque el azar te ha puesto aquí, y ahora estás condenada.
Mientras él hablaba, secretamente sacó su celular y quiso marcar a la policía. Pero no recibía señal. Debía haber algo dentro del vehículo que la bloqueaba. Se desesperó.
—Escúcheme, tengo dinero. Si usted me deja bajarme, le daré lo que quiera.
—¿Cuenta eso en carne?
—¿Qué?
—Soy un dios del sexo —respondió, y ella pensó: “Qué ego se tiene este hombre”.
—Mi departamento no está por allá —añadió, al ver que él tomó la calle del otro lado.
—Nunca dije que iríamos a tu apartamento.
El taxi se detuvo frente a un local. Él acabó su cigarrillo y lo dejó en el cenicero, se echó un spray para el hálito y lentamente se le acercó; cerca de su rostro, le dijo:
—¿Sabías que soy el Fahrerteufel?
Juntó sus labios con los de ella y la besó. De súbito, sintió una enorme calentura, rindiéndose ante la sensualidad de aquel hombre; le vino un antojo que no pudo reprimir, y sólo quiso seguir besándolo con locura. Luego le tomó el rostro con ambas manos, y mirándolo fijo, le dijo:
—Dime más, dime, de dónde vienes.
—Vengo del reino del infierno, donde hay muerte, castigos y demonios. Soy uno de ellos. Satisfago mis deseos con los humanos, hombres y mujeres, luego les saco el aliento, llevándome sus almas conmigo.
Se vio dominada por un profundo arrobamiento que no podía combatir, junto a la lujuria, y se arrojó sobre él para seguir disfrutando sus labios como si no hubiera un mañana. Pronto sintió un gran escozor, como si la boca le ardiera. Fue tan grande el dolor que no pudo evitar dar un grito. Y, cuando menos lo esperaba, sintió presionada contra ella una pistola que el Fahrerteufel tenía en la mano.
Le dio un ataque de pánico, se sintió en una crisis, y, al llevarse el dedo a los labios, notó que tenía sangre. Él abrió la puerta, la tomó del brazo, descendieron del taxi y la condujo dentro del local, aparentemente abandonado. Allí se echaron sobre una alfombra rojiza e hicieron el amor. La besó por última vez, llevándose junto con el aliento su alma. Luego le puso la pistola en la frente y dijo:
—Desaparece de aquí, ya me has dado todo.
Salió del local, caminó con un ligero mareo por las calles, el Fahrerteufel volvió a su vehículo y arrancó. Una vez sola, pensó que, aunque estaba condenada, el rato de diversión había valido la pena, aunque perdió su alma. Con una sonrisa torpe, siguió andando, se topó con un muro y su cuerpo lo atravesó.