Su primer día en el rústico lugar, lo pasa recorriendo los alrededores. A la media noche, cuando empezaba a quedarse dormido, escuchó unos leves toquidos en la entrada; tomando sus precauciones y alumbrándose con una vela, abre la puerta y se encuentra con una niña de cinco o seis años.
- ¿Qué se te ofrece? -le pregunta un tanto incómodo-
- ¿Me regala un poco de agua?
Desconcertado, pero ansioso por volver al catre, el hombre le convida de su cantimplora, llena un pequeño guaje y se lo entrega. Con el agua en la mano y sin decir media palabra, la niña se retira hacia la oscuridad de la callejuela y se pierde.
Al otro día, a la misma hora, se presenta de nuevo la chiquilla con el pequeño guaje vacío.
- ¿Me regala un poco de agua?
Como si se tratara de una película, ésto se repite durante cuatro noches seguidas.
A la quinta noche, el forastero decide preguntarle a la niña para quién es el agua.
- Es para mi papá.
- ¿Le pasa algo a tu papá?
- Sí. Se está quemando.
- ¡Cómo! ¿Y dónde está él?
- En el infierno... ¡¡ES EL DIABLOOOOOO!!
Aquel horripilante grito fue escuchado en todo el pueblo y allí mismo, el forastero murió como fulminado por un rayo.
Así comenzó una cadena de muertes en diferentes puntos del país, que muy pocos, o casi nadie ha podido explicar.
Y eso dio pie a la leyenda que se cuenta de boca en boca de la niña que deambula por nuestra provincia buscando ingenuos para pedirles un poco de agua.
¡No, no abras!