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miércoles, 10 de febrero de 2016

ALGO SOBRE LA PLANCHADA. Christian Perales.



ALGO SOBRE LA PLANCHADA.

Son las tres de la madrugada en el hospital Juárez de la ciudad de México, yo voy saliendo de mi guardia de 36 horas, camino por el estacionamiento cercano a la morgue entre la obscuridad y el ruido lastimero de las calderas del hospital, unos estudiantes de medicina se han congregado en ese punto tan sombrío del hospital creyendo que ahí nadie se enterará de que fuman... de reojo la veo a ella, con su uniforme de la década de los cuarenta, pero tan impecable que pareciera que acaba de ponérselo, ella simplemente los observa, en su mirada hay mucha tristeza, ellos, los estudiantes no logran verla... ¿qué acaso no sabrán que están invadiendo el área de descanso de la planchada?
Soy doctor desde 1980, y desde que yo recuerdo he convivido con ella, a veces no directamente, pero he observado su obra, muchos pacientes del terremoto de 1985 se salvaron gracias a ella, y es de lo que voy a hablarles... Se aparece más en el hospital Juárez, pues ahí murió a finales de la década de los cuarenta, su vida no fue fácil, una decepción amorosa, la traición de quien amó, y un embarazo no planificad la hicieron caer en la desidia, y eso marcó toda su carrera, al menos en el mundo de los vivos, se volvió negligente, descuidada, incluso un poco desaseada, debo decir que sus negligencias, llevaron a la tumba a muchos de sus pacientes, olvidaba darles dosis de medicamentos, o curar bien las heridas, hasta que un día terminó por suicidarse, y si le dicen la planchada no es por que ahora como fantasma se presente con el uniforme de enfermería más impecable que hayan visto, si no por que los doctores de aquella época hicieron todo lo que estuvo a su alcance por salvarle la vida, pero a fin de cuentas "quedó en la plancha" de aquel quirófano.
Pues bien recuerdo la noche del 20 de septiembre de 1985, como ya sabrán, el día anterior un terremoto de proporciones bíblicas sacudió la ciudad de un modo nunca antes visto, muchos hospitales se vinieron abajo, los heridos y los muertos, se acumulaban por montones y el personal no era suficiente, tampoco contábamos con materiales y suministros médicos suficientes, sobre todo por el hecho de que en aquel momento se requería un gran número de amputaciones y de cirugías extremas. Pero no solo era eso, si no que todos los que laborábamos en ese momento teníamos miedo de que en cualquier momento nuestro hospital colapsara también, así que tuvimos que improvisar todo, fue así que conocí a la planchada.
Con el segundo temblor las cosas empeoraron así que estuvimos obligados a evacuar el hospital, lo que se hizo en pocos minutos, solo faltaba una paciente, Raquel que en ese momento se encontraba hasta el cuarto piso, en cuidados intensivos... ningún doctor quiso arriesgar su vida e ir por la paciente, así que tomé la decisión, de hacerlo yo, después de todo era mi paciente, una que yo mismo había operado el día 18 y cuyas complicaciones la habían llevado a terapia intensiva. Pues bien subí por la escalera hasta esa zona del hospital, las luces parpadeaban con la constante amenaza de apagarse en cualquier momento, el edificio vacío estaba totalmente en desorden, algunos mosaicos de la pared se habían desprendido con la réplica del sismo. Así llegué ante mi paciente, solo para descubrir horrorizado que no sería posible moverla a menos que lo hiciera con toda la camilla, pues tenía conectados a su cuerpo suero, bomba, y monitor cardiaco; pero no estaba dispuesto a abandonarla, así que destrabé las ruedas de la camilla y comencé a moverla por el pasillo.
En ese momento me di cuenta de lo malo de la situación, la camilla se iba de lado, pues el piso ya estaba inclinado, cuando tomé en cuenta lo titánico y peligroso de lo que intentaba hacer, ella apareció, de entre las sombras y con su uniforme impecable y perfectamente planchado y almidonado apareció una enfermera y comenzó a apoyarme con la camilla, su manejo era impecable, pues al tiempo que sostenía la botella del suero, movía la camilla con una destreza de quien tuviera una fuerza descomunal. No habló para nada, simplemente nos comunicamos con la mirada, y no había más opción que bajar por el elevador de carga, que aparentemente funcionaba bien pese al parpadeo de las luces. Entramos en el y pensé que lo habíamos logrado, hasta que, tras bajar dos pisos, el elevador se detuvo y las luces se apagaron dejándonos en la completa obscuridad.
Pero lo peor estaba por venir, pedía ayuda pero creo que nadie me escuchaba, fue cuando escuché por primera vez la voz serena de la enfermera dirigiéndose a mi
-Doctor: su paciente tiene fluido en los pulmones...-
-¿cómo...? ¿cómo sabes?...
-no está respirando,,,-
Tomé mi estetoscopio y lo puse en el tórax de la paciente, la enfermera tenía razón, tenía fluido en el pulmón izquierdo y si no le practicaba una incisión, moriría en pocos minutos...¿pero como iba a hacerlo si estábamos en total obscuridad?
-Doctor...aquí tengo una vela...-
-¿y si se estuviera fugando el gas?-...
-yo lo cerré doctor...
Confié en la enfermera, y la dejé encender la vela, ella la sostuvo mientras yo, con un toque delicado hice el procedimiento, lo que me permitió drenar el líquido y mi paciente volvió a respirar.... De ahí es poco lo que recuerdo... platiqué solo unas cuantas palabras con la enfermera, después ella apagó la vela y estuvimos dos horas en una total obscuridad, hasta que volvió la luz, y el elevador llegó por fin a la planta baja. Ahí la me aguardaban los bomberos, que de inmediato sacaron a mi paciente, luego me ayudaron a mi, y cosa rara... solo éramos dos...la enfermera ya no estaba... entonces comprendí que se había tratado de un fantasma.
Pasó el tiempo, se siguió manifestando ante otros doctores, ante algunos pacientes, subsanando los huecos que dejan otras enfermeras, ayudando en cuanto puede, creo que está destinada a pasar la eternidad así, por el remordimiento de sus errores médicos, con el tiempo quise averiguar más pero solo supe que en vida se llamaba Susana...
Esta noche me voy a casa, se que mis pacientes estarán bien cuidados, no tanto por mis practicantes o mis colegas, si no por que esta noche La Planchada los estará cuidando...
-Buenas noches Susanita...-
-Buenas noches doctor Rivas...

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