Ubicado en la calle de Luis Moya, entre Artículo 123 y la Avenida Independencia, se ubica este edificio que se yergue como mudo testigo de muchas historias, es un edificio ambivalente, pues mientras que a algunos les evoca maravillosos recuerdos de juventud, a otros los hace aterrarse, al grado de que en la cultura local, nadie pasa por la acera donde comienza a entretejerse ese edificio lleno de historias, sobre todo si ya se ha ocultado el sol. El Orfeón ha tenido una historia un poco cruel y sin lugar a dudas una vida dura, vio ser sepultados a sus hermanos, el Alfa omega o el Teresa, por el olvido y las arenas de la modernidad. Quizá el único hermano que le sobrevive es el teatro Metropolitan ubicado a unos cuantos pasos, sobre la avenida Independencia, y que hoy es sede teatral, de numerosos eventos.
Por mi edad, no tuve la dicha de presenciar una película exhibida en su interior, y lo vi convertirse en teatro, aun cuando tristemente solo se exhibió una obra en él. No ha sido fácil averiguar a fondo su historia, pareciera que la hubiera guardado para sí mismo, como un doloroso secreto inenarrable, así que por esta vez, solo me baso en narrar lo escuchado en la tradición oral de la zona, disculpen si algún dato no corresponde a lo que ustedes pudieran saber sobre el lugar..
Y cuenta esta cultura oral que desde su construcción, a mediados de la década de 1950 tuvo que pasar por un doloroso parto, pues enfrentó muchos problemas su edificación, tal pareciera que a alguien del más allá le interesara sabotear el nacimiento del Orfeón, hasta que una noche, presa de la frustración y el temor de no poder terminar su obra, el arquitecto responsable del proyecto, decidió hacer un pacto con el mal, y este le exigió como pago inicial dos almas. El arquitecto aceptó y fue él mismo quien asesinó a dos de sus trabajadores, para sepultarlos después, en la zona de proscenio, entre el concreto fresco, que al secarse dejaría atrapados sus cuerpos y sus almas. Poco tiempo después, luego de un puente de semana santa, encontraron al arquitecto, muerto, se había colgado de la entre telonera, su rostro reflejaba un gran dolor y angustia al momento de su muerte.
Pasaron los meses y el Orfeón abrió sus puertas, era un lugar maravilloso, con gran elegancia ofertaba películas de época, pero algo definitivamente andaba mal: no podían llenar la sala pese a tener precios más accesibles que los cines vecinos, así que otra tormentosa noche, el dueño del lugar decidió abrir nuevamente la puerta del infierno, evocar nuevamente al mal y pedirle llenos totales, así lo hizo, pero sabemos que el mal, siempre está ávido de almas, y esta vez no iba a pedirlas como limosnas, simplemente las tomaría, y así lo hizo, hubo una gran época, para ese cine, una era de llenos totales de fama de derroche, pero también una época en que algunos espectadores morían de un infarto, viendo una película del santo, o eran asesinados brutalmente después de salir del cine.
Finalmente, una noche, el dueño del Orfeón, sin motivo aparente, saló desde la azotea del edificio Rex, ubicado en la calle de López, antes de morir, se le escuchó decir: -"están condenados"- Así siguieron pasando los años, sin dueño, intestado, con una administración y con otra el Orfeón llegó a los años 80, una época en la que paulatinamente las salas del cine comenzaron a ser desplazadas por las videocaseteras, y el Cine entró en crisis. El Orfeón ya había salido de sus dos pactos, y alguien tuvo la cordura momentánea de cerrar sus puertas antes que vender pornografía, como los otros cines que subsistieron así un poco más de tiempo. El 19 de septiembre de 1985 el Orfeón firmó su maldición por completo, el sismo de ese día había arrasado con todo, y es sabido por muchos pero callado por todos, que algunos cuerpos gubernamentales saquearon los despojos de las víctimas de los edificios, y usando el Orfeón como bodega macabra. Al principio comenzaron a llevar pertenencias encontradas en los escombros: tocadiscos, grabadoras, muebles, per o bien sabemos que la ambición humana muchas veces carece de límites y de escrúpulos, así que después eran joyas, a veces aún con tejido orgánico de sus difuntos dueños, anillos, pulseras, aretes... dentaduras de oro, todo tuvo cabida en el teatro, un botín de piratas modernos escondido allí, vigilado por quienes debía de proteger a la ciudadanía, y repartido entre los zopilotes antropomorfos después.
Y así sucedió, en el 2000 se reabrió como teatro, y pese a exhibir una de las ás fastuosas producciones del teatro moderno -La bella y la bestia. el lugar no se llenó, y fiel a la maldición que sobre él pesa, los tramoyistas y miembros del staff , comenzaron a sufrir accidentes, pero esta vez alguien tuvo el tino de cerrarlo, quizá para siempre, cuando sobrevino la primera muerte. En la actualidad se dice que si te quedas mucho tiempo parado frente a este teatro, sin darte cuenta habrás entrado, y morirás a los tres días de haber estado en sus butacas.
Hoy luce aterrador y a veces lo entiendo, ese teatro no tuvo la culpa de su propia desgracia, pero por mucho que ostente valentía, esta noche cruzaré a la otra acera, no quiero pasar... Frente a la puerta del Orfeón
No hay comentarios.:
Publicar un comentario