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miércoles, 18 de mayo de 2016

BRUJAS DE ZUGAMARRANDI Ely Ortiz

LA HISTORIA DE LAS 

BRUJAS DE ZUGARRAMURDI
Desde los altos del puerto de Otsondo, en Navarra, en un día claro, casi puede verse el mar si la selva de hayas y robles que lo visten te permiten otear el horizonte.
A sus pies, tras una endiablada pendiente, salen al paso Urdax y Zugarramurdi, dos pueblecitos que saben de leyendas, cuevas y conjuros y otros misterios que se dieron hace cuatrocientos años, cuando empezó a hablarse de brujas y demonios por aquellos caseríos.
Las sorguiñas, mujeres de aspecto huraño, acudìan a esas reuniones que pronto los inquisidores conocieron como aquelarres: fiestas a campo abierto sin otra pretensión que bailar y danzar hasta el amanecer al son del txistu, los atabales y el tamboril.
Pero todo se torció cuando la Inquisición pretendió ver un culto al Diablo en esas celebraciones nocturnas que reunían a gentes venidas de los alrededores en torno a una hoguera, en las que se comía, se bebía y fornicaba a pierna suelta con la sana intención de olvidarse por una noche del duro trabajo de cada día.
El Diablo en forma de macho cabrío se les aparece para sodomizarlas y hacer escarnio en nuestra santa religión -rugía fray León de Araníbar desde su abadía de Urdax-, y ellas se complacen en ofrecer los cuerpos para satisfacer sus deseos nefandos.
Pronto se corrió la voz de que la Inquisición necesitaba nuevas brujas para las hogueras de Logroño y los párrocos de la ribera del Baztán, desde Elizondo a Vera de Bidasoa, se aprestaron a complacerlos predicando rigurosos edictos que pusieran coto a una depravación imaginada, porque nadie tenía noticia de que realmente existieran las mal llamadas sorguiñas.
Este episodio comenzó en el año 1609 cuando la joven María Ximilegui aseguró ante el párroco que durante un sueño había volado por encima de la villa y sus alrededores, viendo durante el proceso a un grupo de vecinos del pueblo realizar aquelarres en la cercana cueva de Sorginen Leizea (Cueva de las Brujas).
Al poco tiempo esta narración llegó a oídos de la Santa Inquisición, quizá por boca del abad de Urdax, y se inició un proceso en el que acusó inicialmente a 53 personas que fueron trasladadas a Logroño para practicar el Auto de Fe.
Seis de los acusados no llegaron siquiera al juicio, falleciendo, bien durante el traslado o bien en las cárceles donde aguardaban el momento de ser juzgados.
El Auto de Fe tuvo lugar el 6 de Marzo de 1610 y en él se acusó a 21 personas de delitos menores, un número igual de ellos fue hallado inocente de toda culpa o indultado y los 11 más desafortunados fueron condenados a morir en la hoguera al siguiente día.
Y así, el 7 de Marzo los once condenados fueron quemados, cinco de los cuales fueron quemados “en efigie”, es decir, después de haber fallecido.
Resulta curioso que la palabra “aquelarre” provenga de un prado situado junto al pueblo llamado Akelarre (Campo del Macho Cabrío), lugar donde se celebra cada día 18 de Agosto una fiesta gastronómica en torno al cordero asado, llamada Zikiro Jatea.
Lo cierto es que, a lo largo y ancho de una Europa obsesionada por la salvaguarda de unos valores religiosos fanatizados, fueron quemados cientos de pobres hombres y mujeres cuyo mayor delito era, precisamente ése: ser pobres.

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