(Je, Je, Je, Je, Je)
De pronto, comenzó a escuchar quejidos ahogados y se imaginó que "Minga" tendría un encuentro sexual con alguno de los estudiantes. Sin embargo, le pareció raro que no colgara una prenda de ropa en la puerta, como señal de que había... "visita". Pero estaba demasiado cansada como para salir a buscar otro lugar donde dormir. Y así, entre lamentos y quejidos, se quedó dormida.
A la mañana siguiente, la despertó una humedad extraña en su lecho. Aún medio dormida, extendió su mano hacia lo que empapaba la cama y saltó como impulsada por un resorte al darse cuenta que era sangre. Todavía faltaba lo peor, porque de su garganta brotó un espeluznante alarido cuando sus aterrorizados ojos descubrieron la cabeza de Dominga en medio del espeso charquerón púrpura con la boca taponada de papel sanitario, como macabra mordaza; y colgando de la lámpara del techo se balanceaba el joven cuerpo de su amiga con girones de piel a medio arrancar.
La habitación parecía un vulgar destazadero, había sangre de su compañera por todas partes, pero en una de las paredes se podía leer:
"¡Anoche tuviste mucha suerte al no encender la luz!"
El forense y la policía dictaminaron que la chica tenía pocas horas muerta. Al parecer, el criminal la había torturado como macabro péndulo a poca distancia de la cama de Bernarda.
Los quejidos que había escuchado entre sueños eran gritos de dolor, ahogados por la mordaza, mientras el psicópata desollaba y mutilaba a su víctima.
Sin saberlo, Bernarda había salvado su vida al no encender la luz, de lo contrario...
(Frank LaMora)
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