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viernes, 28 de octubre de 2016

EL CIRCO PERFECTO. Creepypasta. Ely Ortiz


EL CIRCO PERFECTO.
(Creepypasta).
Recuerdo la primera vez que mi padre nos llevò al circo, mi hermanita Emily y yo estabamos muy felices de por fin conocer a los payasos, ver a los animales y sobre todo saborear el delicioso algodòn de azùcar.
Todos amaban el algodòn de azùcar, era el màs dulce que podìas imaginar, al menos eso decìa mi padre.
Tanto adultos como niños lo disfrutaban, a todos nos encantaban los juegos y atracciones, eran incomparables, ese circo era espectacular, el mejor circo de todos.
Era una làstima que solo viniera a la ciudad una vez cada 5 años.
Despuès de pasear y jugar por un rato, mi padre nos llevò a Emily y a mi a ver la funciòn de las 7.00.
Los dos vimos con asombro a los trapecistas balancearse sobre fuego y a los graciosìsimos payasos, arrojarse baldes con agua frìa y correr con sus pantalones bombachos por toda la pista, todo era perfecto.
Al terminar la funciòn, uno de los payasos se acercò a mi padre y le dijo que nos habìamos ganado un pase especial para la ùltima funciòn de la noche, pero solo era uno, asì que solo uno de los dos podìa entrar.
Emily y yo gritamos y suplicamos por ser los elegidos, pero mi padre le diò el boleto a ella por ser la màs pequeña.
Mi padre le dijo a Emily que debìa acompañar al payaso, quien le extendiò la mano y ella feliz se fuè con èl.
Yo le dije a mi padre que yo tambièn querìa ir, pero el me respondiò que no, que me llevarìa a pasear en la montaña rusa y despuès probarìamos el famoso algodòn de azùcar y por fin conocerìa su delicioso sabor.
Caminamos hacìa la gran montaña, pero yo querìa ir de nuevo a la carpa de circo, donde mi hermanita seguro se estaba divirtiendo mucho.
Le soltè la mano a mi padre y salì corriendo hacia allà, entrè por debajo de la carpa y lo vi todo, oculto desde las gradas, pero eso no era una funciòn, al menos no una funciòn normal.
Los payasos, los trapecistas, el presentador y demàs trabajadores del circo, estaban ahì.
Pero sobre sus clàsicos trajes usaban extraños atuendos oscuros con capucha, habìa muchas velas encendidas alrededor de la pista y ahì estaba tambièn Emily, junto a otros 4 niños.
Todos los niños estaban atados de pies y manos sobre una gran tina, ellos lloraban y trataban de escapar, trataban de desatar sus amarres pero sin ningùn èxito.
Todos los encapuchados realizaban cantos extraños y danzaban alrededor de los niños, el mismo payaso que se habìa llevado a Emily se acercò a ellos y diciendo palabras en un idioma desconocido, con un cuchillo en su mano, cortò uno a uno los tiernos cuellos de los niños.
Yo solo miraba con horror como la sangre brotaba de sus gargantas y caìa a la enorme tina abajo de ellos, paralizado por el miedo, observè como cortaban el cuello de mi pequeña hermana, quien pronto dejò de gritar y solo temblaba mientras se ponìa pàlida y su sangre caìa por su cuerpo hasta la tina.
Entonces me di cuenta de que la tina tenìa una manguera conectada, que llevaba toda la sangre de los niños hacia afuera de la carpa, por una pequeña abertura pude ver a donde llegaba.
LLegaba hasta una extraña y enorme màquina, era la màquina de algodòn de azùcar, la mezcla de sangre y caramelo evaporado formaban aquella esponjosa bola de algodòn.
No podìa creerlo, todo aquello eso era horrible y macabro, no sabìa como iba a decirle a mi padre lo que habìa visto, ¿Como iba a decirle que mi hermana estaba muerta?.
Querìa salir a buscarlo, pero el me encontrò primero, molesto me gritò por haber salido corriendo asì y por haberme colado a la funciòn, yo trataba de explicar lo que sucedìa, trataba de hacer que el volteara hacia la pista para que viera todo lo que estaba pasando, pero el no me hacìa caso.
Tomàndome del brazo me llevò fuera de la carpa, adonde se encontraba la màquina de algodòn, èl le pidiò uno al vendedor y me lo diò, yo tenìa ganas de vomitar, mi estomago estaba todo revuelto, obviamente no querìa probarlo, sabìa que la sangre de Emily y de esos otros cuatro niños estaba ahì, no podìa hablar, estaba muy impactado y aterrorizado.
Mi padre arrancò un poco de algodòn de azùcar y me hizo probarlo a la fuerza, querìa vomitar con solo pensarlo, pero al probarlo, algo pasò.
Era lo màs delicioso que habìa probado en mi vida, tan dulce, tan suave, era perfecto, era tal y como me lo habìan descrito, pero mucho mejor.
Mi padre se puso en cuclillas junto a mi y me dijo:
_debes saber algo hijo, tu hermanita Emily, no va a volver, todos en el pueblo amamos el delicioso sabor del algodòn de azùcar y a cambio, las buenas personas del circo solo nos piden una cosa, nos piden cinco niños cada 5 años, es un precio justo por tan delicioso manjar, ¿no crees?_ dijo mientras se llevaba a la boca un trozo de algodòn de azùcar y lo saboreaba frenèticamente hasta chuparse los dedos.
Mis làgrimas se secaron y todo el temor desapareciò, el sabor era tan dulce, era tan perfecto que olvidè que estaba asustado, no me importaba ya lo que habìa visto, no me importaba ni siquiera que mi hermana estuviera muerta.
Mi padre tenìa razòn, realmente valìa la pena, solo 5 niños cada 5 años a cambio del sabor màs delicioso que puedas imaginar, eso si que valìa la pena.
Recuerdo la primera vez que mi padre nos llevò al circo, fue un dìa como hoy _Y espero hijo mio que entiendas que no debes de ser egoìsta, pues debes de estar gustoso de saber que le traeràs mucha felicidad a mucha gente, pues en tì està el ingrediente secreto del algodòn de azùcar màs dulce que puedas imaginar.

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