Después de 56 años de servicio, y a dos de mi retiro, hoy 20 de noviembre del 2015, me separé oficial y definitivamente de mi querido PENTA, con el grado de Mayor.
Bajo el imponente marco del Monumento de la Revolución y envuelto en la marcha Dragona ejecutada por los 24 tambores y los 24 clarines de la Banda de Guerra, desprendí para siempre la escarapela tricolor de mi quepí azul y gris.
"Ya perdí la cuenta de las veces que me preguntaron:
¿Qué es el Pentathlón?
Igual número de veces respondí con la definición más precisa que mi memoria me permitía recordar lo que leí en mi viejo Manual de Reclutas, pero con mi propia definición a partir de mi experiencia personal.
Sin embargo, con el correr del tiempo he encontrado la respuesta que sólo puede expresarse con el lenguaje del honor, el acento de la constancia y el discurso del deber.
Descubrí que mis actos cotidianos no sólo definen al Pentathlón, sino que definen mi propia vida como resultado de mis convicciones e ideales con una trascendencia que nunca antes vislumbré.
Más allá del uniforme, del grado que ostento, de la marcialidad y reconocimientos, el Pentathlón me ha permitido ser autocrítico, porque ha sido el medio para reconocer mis errores y potenciar mis cualidades, me ha brindado autodefinición, porque me siento orgulloso de pertenecer a un grupo de personas consagradas a cultivar y transmitir bienes espirituales... me ha brindado autoconocimiento porque he aprendido a ser prudente y dominar mis emociones mediante la razón y me ha brindado autoestima porque ahora como nunca antes sé quién soy, dónde estoy a hacia dónde me dirijo.
El Pentathlón marcó un hito en mi vida porque antes de ingresar a sus filas, la vida me resultaba monótona y vacua. Ahora, gracias a él se ha vuelto un reto constante, un mundo de cosas por aprender y de logros por alcanzar a través de la formación intelectual, la disciplina militar y el entrenamiento deportivo. Y como no hay privilegio sin responsabilidad, quien más sabe tiene más obligación hacia los demás, porque el conocimiento y los valores son el mayor tesoro que podemos acumular para aplicar en beneficio de nuestros semejantes. Por eso, como pentathleta, comprendo y acepto que es mi deber dedicar el tiempo que se me ha concedido, para servir y tocar a tantas almas como me sea posible a lo largo de mi breve paso por la vida y el resto de ella.
No creo que exista una mejor opción mediante la cual, niños, jovenes y adultos logremos comprender y transmitir a través del ejemplo, que mientras gocemos de vida, debemos seguir aprendiendo, creciendo y compartiendo, porque la vida sólo cobra sentido cuando tenemos un ideal en qué invertirla."
¡PATRIA HONOR y FUERZA!
Con estas palabras hoy dije adiós a mis ahora ex compañeros, y di por terminada mi actividad en esta honorable institución.
Gracias al Pentathlón Deportivo Militarizado (antes militar) Universitario por ser quien soy a estas alturas de mi vida.
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