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sábado, 14 de mayo de 2016

PATRULLAJE Christian Perales

PATRULLAJE.
Conducía la patrulla 0831 por la autopista del sol, con dirección a Acapulco, eran alrededor de la una de la mañana, del 31 de octubre, creo que el año viene siendo lo de menos. Esa noche una pertinaz llovizna nos obligaba a tener los limpiadores en todo momento, mi pareja y yo platicábamos, no recuerdo de que… viajábamos a velocidad de patrullaje, por debajo de los 40 kilómetros por hora, comenzaba a sentirse un frío muy intenso, la neblina cubría el asfalto con un velo de incertidumbre, y el vaho se hacía presente en nuestra respiración.
Unos momentos después recibimos de la central una llamada de auxilio,
-"unidad 831 acudan a un 34 en el 28 + 500 de la 213"- un accidente -pensé- mi compañera, Imelda, tomó el radio para confirmar e informar que íbamos en camino. De inmediato encendí la sirena y torreta y di vuelta en u para dirigirnos al lugar del reporte. No podíamos ir muy rápido y en un momento tuvimos que salir de la autopista y tomar la carretera federal pues ahí había sucedido el percance.
Conduje por veinte minutos en aquella angosta carretera, con árboles de sauce A los lados y cañaverales tan altos que no permitían ver ni a veinte metros a las orillas, y parecía que las luces de nuestra patrulla no eran suficientes para tanta obscuridad.
Así llegamos al poblado más cercano de cuyo nombre no me acuerdo, todo estaba desierto por la hora, e íbamos a pasar de largo cuando una silueta muy familiar nos pedía aventón desde una parada de autobús, que debo señalar no era más que un diminuto foco y un tejaban en medio de la nada . Reduje la velocidad hasta detenerme, resultó ser una mujer con una enorme maleta que al detenerme increpó a mi compañera:
-disculpen oficiales ¿pueden darme un aventón?-
Al dirigirnos a un accidente lo más natural habría sido decir que no, pero no podíamos dejar a su suerte a aquella mujer. Imelda sin decir palabra estuvo de acuerdo y de inmediato descendió de la unidad para subir la pesada maleta a la cajuela.
-súbase adelante, mi compañero está manejando como loco-
bromeó Imelda con nuestra pasajera, abrió la puerta para dejarla subir e Imelda se pasó al asiento de atrás. Seguimos nuestro camino, un poco más de prisa por que ya estábamos con el tiempo encima y por lo menos faltaban 40 minutos para llegar al llamado.
-¿cómo te llamas?-
preguntó Imelda. -Carmen, Carmen Solano-
-ah mucho gusto, yo soy la oficial Trejo y mi compañero aquí presente es el oficial Gasca-
- mucho gusto- contestó nuestra invitada mientras agachaba la mirada. En ese momento sentí algo raro, como un escalofrío recorriendo mi espalda, y debo decir que esta chica tenía una mirada muy triste, toda ella lucía triste; incluso su vestimenta era demasiado elegante para esa zona de la república mexicana, que se caracteriza por sus vestimentas vaporosas y pequeñas para soportar el calor, pero esta mujer que nos había pedido el aventón, vestía falda como de ejecutiva y blazer todo de negro hasta las medias.
Se interrumpió el silencio reinante con una pregunta de mi compañera.
-y ¿qué andas haciendo por aquí niña?-
-soy cosmetóloga, de Jaffra, voy a una convención-
-ahh, por eso la maletota ¿no?-
-oye Trejo: tenemos poca gasolina, no vamos a llegar, ¿sabes donde está la gasolinera?-
- Está… sobre… sobre esta… como a 5 minutos…-
Otra vez se hizo el silencio, llegamos a la gasolinera y pedí que llenaran el tanque mientras fui al baño, habré tardado 3 minutos para regresar a la patrulla, solo para descubrir que Carmen ya no estaba, e Imelda dormía tan profundo que tuve que sacudirla para despertarla. Salió del letargo finalmente y le pregunté por nuestra invitada
-no se we, vieja loca, yo me quedé dormida-
-si, ya vi-
Abrí la cajuela y también descubrí que la maleta ya no estaba, era algo raro, pues como toda patrulla, la cajuela solo podía abrirse con la llave, y yo me la había llevado cuando fui al baño. Nos dio algo de miedo, pues buscamos con la mirada y no había ni un rastro de aquella mujer, sobra decir que estábamos en despoblado y ella simplemente parecía haber desaparecido. Decidimos seguir, y no buscarla más o esperarla, pues el tiempo apremiaba. Remontamos el camino y en unos minutos más, llegamos al lugar del accidente y las ambulancias ya laboraban en la zona, las grúas también, sacaban un auto destrozado del barranco, éste tenía un letrero en la portezuela, uno que nos hizo estremecer a Imelda y a mi: Jaffra.
Al salir del barranco la cajuela del auto se abrió dejando caer una maleta enorme… tenía que verlo por mi mismo, el auto tenía un cuerpo en el interior, con miedo me acerqué y lo vi: era Carmen… quien minutos antes había viajado con nosotros en la patrulla, estaba muerta.-murió instantáneamente al caer al barranco- me informó uno de los paramédicos. Todo se volvió muy confuso a partir de ese momento… Imelda murió a los pocos días, víctima de la impresión, a mi me trajeron a esta institución mental donde cada noche veo el rostro triste de Carmen... despidiéndose de mi…

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