Juan Mendoza "El Tariacuri", por ejemplo, decía: ¡Échale! ¡Échale! ¡Échale, compañero!. Miguel Aceves Mejía soltaba su: ¡Uy, uy, uy, uuuuy! Javier Solís adornaba los boleros con el inolvidable: ¡Éeaaaaaah! José Alfredo Jiménez susurraba su romántico: ¡Aay, amoooorr!
En esa ocasión, ya encarrerados en la plática, le pregunté a don David de dónde había salido aquello de ¡Peeerrrro! que intercalaba en sus canciones. Don David nos contó que fue en una de las ferias de Aguascalientes cuando cantaba una noche en El Jardín San Marcos:
- Estaba por terminar mi actuación, -nos dijo- y sentía como se me iban acumulando poco a poco las flemas en la garganta por el esfuerzo de casi una hora de estar cantando... por más que lo intentaba no podía aclarármela... entonces se atravesó por ahí un perro callejero que andaba perdido y se me ocurrió "espantarlo"... le grité, ¡Peerrrrooo! y sí lo corrí y al mismo tiempo conseguí "limpiarme" la garganta. La gente se rió y yo decidí integrar el grito en mis actuaciones.
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