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miércoles, 8 de junio de 2016

WILLIAM Ely Ortiz


WILLIAM.
Todo lo que respectaba a èsta familia era que simple y llanamente, la abuela habìa ido a una venta de garage a mediados de los años 70, y en ella encontrò un muñeco; un muñeco de unos 40 o 50 centìmetros que le gustò,
La anciana mujer lo comprò por un precio bastante razonable, y se lo llevò a casa, con èl pasò la ùltima dècada de su vida, .
El muñeco a quien llamò William fue parte de la decoraciòn de la casa de la ahora octogenaria.
Lo habìa dejado en una silla mecedora; una vez al año, la abuela metìa a William en una lavadora, una vez al año, la abuela tenìa tambièn por costumbre tejerle unas ropas nuevas, vestirlo y dejarlo asì 365 dìa, era un ritual extraño pero tierno, por ser de la abuela.
El problema era que a sus nietos no les gustaba para nada èste muñeco, ella decìa que William era un niño màs, pero resulta que William no se veìa como niño, William se veìa de hecho como un hombre.
Habìa algo en su rostro que no hacia click, habìa un algo en su mirada, que mientras màs uno la veìa, màs perturbado se sentìa, màs incomodo, y corrìa uno el riesgo si se le quedaba viendo uno por mucho tiempo, de recordarlo de manera no muy grata despuès, durante la noche.
William era lo que menos le gustaba a los nietos cada vez que tenìan que visitar a la abuela los fines de semana.
Eventualmente esta mujer se muere dejando un vacìo muy grande en la familia, la mamà de los chicos llora, a su madre, y el papà tambièn le llora, la querìa mucho.
Se quedan con las cosas de la abuela, pero para preservar la tradiciòn, agarran la mecedora y agarran a William a quien tanto querìa la abuela y lo colocan en la casa.
Los niños no le habìan dicho nada a sus padres, por temor a parecer tontos, y si los padres sabìan algo de que a los chicos les perturbaba un poco William, no les habìan hecho caso porque ya era hora de que maduraran, no?.
Habìan pasado años y se habìan convertido, no en adolescentes, pero si en pubertos.
Asì que ahora William era uno màs de la familia, el muñeco estaba ahì en la sala, en la mecedora de la vieja señora, y ahora estaba destinado a formar parte de la decoraciòn de un nuevo hogar, y William se quedaba ahì, dìa tras dìa.
Y èsto habìa modificado de manera muy negativa la vida de los dos niños, porque por su parte el chico cada vez que llegaba de la escuela evitaba verlo, bajaba la cabeza, terrible no? que uno entre a su propia casa bajando la cabeza, por lo menos hasta el pasillo y cada vez que pasaba, que querìa ir a la cocina, o al jardìn o a la calle bajaba la cabeza.
Y en cuanto a la chica, bueno, ella era màs valiente que su hermanito, pero el muñeco no le hacìa nada de gracia, ella era quien se le quedaba viendo y no se llevaba bien, pero William simplemente se quedaba ahì, sentado en la misma posiciòn mirando hacìa la nada, semana tras semana, hasta que un buen dìa William se cansò de esperar.
Todo ocurriò una noche, el niño sale de su cuarto, quiere ir al baño, pero para ir al baño tiene que cruzarse con la mecedora, solo que èsta vez quizà por cosas del destino, èl, con el rabillo del ojo sintiò que algo no estaba bien, asì que a mitad del camino el se detiene, mira hacia la mecedora y se da cuenta de que William no està ahì. William està boca abajo, caìdo en el suelo.
Què tiene de raro que un muñeco se caiga, aunque no es extraño, mide 40 o 50 centìmetros, no es muy pesado, ¿que lo pudo tirar?, habìa que empujarlo, pero èsto al niño no se le ocurriò, el niño se asustò y fue corriendo a su cuarto.
Eventualmente si, se quedò dormido, pero, fue muy incomodo, fue quizà la peor noche de su joven vida, porque no pudo ir al baño y tenìa los esfìnteres muy apretados, pero el se quedò calladito y no dijo absolutamente nada.
Lo siguiente le sucediò a la hermanita, ella tambièn se levantò una noche, pero no querìa ir al baño, simplemente querìa tomar un vaso de agua, tenìa la garganta seca, a veces uno se despierta con mucha sed.
Ella va a la cocina lentamente, pasa frente a la quieta mirada de William, se sirve su vaso de agua, deja el vaso en el lavadero, se da media vuelta y apenas logra ahogar un grito, lo que ve la perturba profundamente, William està a unos 4 o 5 metros alejado de la mecedora, boca abajo, en el piso, en el pasillo en donde estaban todas las habitaciones de la casa.
Y a la niña se le ocurriò con su infantil mente, que era como si de pronto lo hubiera sorprendido intentando ir hacìa su cuarto.
La niña que es màs valiente, recoge al muñeco y sin pensar mucho y sin verle la cara de frente, deja a William en la mecedora, y èl empieza a mecerse.
Se da media vuelta y corre hacia su cuarto, pero ella no puede dormir, ella se queda en su cama en posiciòn fetal, acurrucada, mirando hacìa la puerta, la luz de la luna apenas deja distinguir las siluetas negras de su cuarto, y apenas deja distinguir la rendija entre la alfombra y la puerta, ese espacio vacìo que hay debajo de todas las puertas.
Y se queda mirando, y se queda mirando, hasta que finalmente quizà tres horas despuès, o media hora despuès, o dos horas despuès, no se sabe, porque el tiempo para los niños es muy distinto que para los adultos, ella se sienta en su cama, se gira, pone sus piecesitos sobre el piso, camina lentamente hacìa la puerta y aunando mucho valor, gira el pòmulo y la abre, èsta vez la niña no pudo reprimir el grito, èsta vez la niña no pudo reprimir el llanto.
Resulta ser que cuando ella abriò la puerta, habìa empujado algo, algo que quedò tendido en el suelo, inerte, era William, los padres se despertaron, el hermanito se despertò, y apenas el hermanito salio por la puerta viò a su hermana llorando y viò en el piso al muñeco, se puso a llorar.
Los padres salieron por el pasillo, encendieron todas las luces, pasado el susto inicial, el miedo de un adulto que haya entrado un capo a la casa, comienzan a interrogar a los niños, ¿Què pasò, què pasò? y por supuesto no les creen-
Pero el papà no es malo, el papà es bueno, y dice que finalmente, William se tiene que acabar, asì que agarra la mecedora , agarra al muñeco y refunfuñando y viendo feo a sus hijos, les dice , bueno, ustedes ganan, y pone al muñeco en el àtico de la casa.
Pasan los dìas, pasan las semanas, los niños se las habìan arreglado para dormir juntos, no les importaba, ya no querìan sus cuartos separados, el papà estaba molestìsimo, la madre resignada.
Un dìa llama la hermana de la mamà, una mujer soltera de unos 45 años, quien habìa escuchado divertida la anècdota del muñeco, y le dice a su hermana, si los niños no pueden verlo pasamelo a mi, es un recuerdo de mamà, tu sabes cuanto lo querìa, no puede estar en el àtico de tu casa, pasamelo a mi..
El papà sale por el pasillo, sube al àtico, y encuentra la mecedora si, pero William ya no està ahì, el hombre muy molesto le da vueltas a todo el àtico, a las cajas, los percheros, las sillas todo lo que tienen ahì, el muñeco simple y llanamente ya no està màs.
El hombre se siente perturbado, y el siguiente paso lògico es preguntarle a los niños, pero decide no hacerlo, como todo padre que ama conoce a sus hijos, sabe que ellos no tuvieron nada que ver.
Evita decìrselos, pero èsta vez en la casa hay un cambio, por la siguientes semanas la familia toda junta duerme en la misma cama, en la cama de los padres.
Han pasado muchos años, pero hasta el dìa de hoy nadie sabe en donde esta William.

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