LOS RETRATOS.
Un cazador se hallaba en un inmenso y espeso bosque, si uno se hubiera subido a la copa de un àrbol, al màs alto de todos ellos, no habrìa logrado ver el final entre ese manto verde, pastoso y hùmedo y el cielo gris oscuro.
El hombre quizà no era muy listo, porque se perdiò, simple y llanamente lo abandonò todo sentido de la direcciòn, y cuando se vino a dar cuenta ya estaba demasiado lejos y no reconocìa absolutamente nada y lo ùnico que lo acompañaba era su enorme escopeta.
En un principio, en aquel paisaje que poco a poco se iba tornando horroroso, àrbol, àrbol, àrbol, maleza, nadamàs, hasta el punto en que no se podìa ver ni siquiera 30 metros hacia adelante, puro àrbol, pura maleza, puro verde.
Se estaba confiando al principio, pero despuès se supo completamente extraviado y las horas pasaban, y el hombre cada vez se asustaba un poco màs, hasta que finalmente ya casi, casi, era presa del pànico.
Y lo peor es que como esta historia sucediò hace muchos años, que te agarrara la oscuridad, el ocaso, en semejante bosque era peligrosìsimo, ya el pobre tipo no podìa respirar sin que vapor blanco saliera de entre sus labios, hacìa mucho frìo, sus manos le temblaban, y el que estuviera.bien abrigado no lo iba a salvar por mucho tiempo.
Decidiò ir en una sola direcciòn, pero èsto nada resolviò, seguìa completamente perdido, de hecho cada vez màs, y el sabìa que su miedo no lo estaba ayudando en nada porque el trataba de reconocer àreas, detalles, pero no, todo era puro àrbol.
Hasta que finalmente, cuando la noche estaba a punto de caer, viò un claro, y pasando de entre tronco y tronco, casi tratando de hacer un esfuerzo entre uno y otro, asì de espeso era el bosque, lo viò, una cabaña ahì en medio de aquel claro lleno de hojas muertas.
Era una cabaña pequeña de hecho, el hombre se acercò, rodeò el lugar, tocò la puerta pero no habìa nadie, asì que tomò una resoluciòn, se iba a invitar a si mismo dentro de la cabaña, iba a entrar e iba a pasar la noche ahì, y si el dueño de ese lugar lo encontraba, iba a tratar de explicar lo mejor que pudiera, se disculparìa y tal vez recibirìa una ayuda por la mañana.
Cierra la puerta detràs de sì, la consigue abierta, èl, que ya pensaba que iba a tener que abrir alguna ventana; se quita su enorme abrigo, se quita las botas , se queda en medio asì vestido como està, y a oscuras porque es un lugar que no tiene luz, que no tiene electricidad, decide acostarse en la cama y acurrucarse entre las sàbanas.
Pero la luz de la luna le permite ver que aquel cuarto, que aquella recamara principal de aquella pequeña cabaña, tenìa retratos, retratos que màs temprano que tarde se le hicieron muy extraños.
En cada uno de esos retratos parecìa haber apilada gente, apiladas caras, unas contra otras, con unas expresiones torcidas, incluso hasta deformes de maldad y odio, personajes en aquellos retratos, que lo miraban de manera grotesca y peligrosa.
El cazador hizo lo que pudo para tranquilizarse viendo por encima de su hombro con la sabana encima, decidiò no darle importancia, abrazò la almohada y se quedò dormido.
No sabemos que pasò con estè hombre, lo màs seguro es que haya salido de ese bosque, lo que si sabemos sin embargo, es que a la mañana siguiente, cuando aclarò, se dio cuenta de que en aquel cuarto no habìa ningùn retrato, de hecho, lo que habìa, eran ventanas....
No hay comentarios.:
Publicar un comentario