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viernes, 11 de marzo de 2016

LA CASA DE "LA VICARIO" PARTE 1 Christian Perales






LA CASA DE "LA VICARIO". PARTE 1.
Viví casi toda mi vida en la calle de Leona Vicario, un barrio tranquilo, tanto que todos nos conocíamos y nadie estaba tan de prisa como para no detenerse a saludar, fue una infancia tranquila, bella rodeado de mi familia y amigos. Pero desafortunadamente en esa calle, no todo era color de rosa, había, como en todos los barrios, de cualquier ciudad, algo a que temerle, , y para nosotros, ese símbolo de miedo por excelencia, era la casona abandonada ubicada en el número 86 de la calle. No era para menos, esa casa estaba abandonada hacía ya mucho tiempo, cuando yo nací por ejemplo, ya estaba ahí, con su color gris herrumbrado, sus cristales algunos rotos, otros obscurecidos por el polvo, y el hueco de obscuridad constante que parecía darle un marco aún más tétrico.
Cuando fuimos niños siempre se nos dijo que no debíamos bajo ninguna circunstancia entrar en ella, incluso que al caer la noche evitáramos a toda costa el pasar frente a aquella construcción, que hacía ya muchos años estaba a merced del tiempo, de la humedad y el bandalismo. Las leyendas en torno a su situación eran numerosas, pero la más aceptada, era aquella que por más que la escuchabamos no dejaba de sorprendernos. Quienes eran más grandes que nosotros la sabían, y al término de una tarde de fútbol callejero los más pequeños nos reuníamos entorno a ellos, para escuchar la macabra historia. que si bien simpre era la misma, también siempre tenía nuevos elementos que la hacían más aterradora.
Y lo que se sabe hasta hoy, es que una noche, el padre de la familia Nolasco, llegó de trabajar como cada tarde, era el año de 1973, cercano al mes de octubre, una fecha perfecta para enloquecer, y el señor Nolasco, lo hizo, se dice que después de ver el beisbol en la televisión, se levantó de su sillón favorito, fue al cuartucho donde se guardaban los tiliches, donde tomó una hacha, después de pensarlo un poco, fue a la sala de la casa, donde dos de sus cuatro hijos hacían sus tareas escolares tirados en el suelo y les encajó aquel instrumento de leñador en la cabeza. Era más que obvio que la esposa trató de detenerlo, pero entonces ella fue la tercera víctima, y también fue con quien más se divirtió el señor Nolasco, pues el primer hachazo no fue certero, solo le dislocó el hombro a la señora, por lo que aquel padre de familia se dio gusto terminando con la vida de su esposa mientras ella pedía clemencia en el suelo.
Se narra también que después de eso llamó a la puerta de la habitación de sus dos hijas, quienes ya eran mayores y que al estar escuchando música de los Rollin Stones, en una consola en esa otra pieza de la casa, no se habían percatado de la masacre que se gestaba en la sala. A ellas las sorprendió todavía más el ver a su padre entrando a su habitación, con la mirada perdida, la ropa bañada con la sangre de sus otros hijos, y su esposa y empuñando el arma con la que había destruido tantas vidas.
Nadie sabrá si aquellas jovencitas pusieron resistencia, lo cierto es que no fue suficiente para el señor un solo golpe, de verdad y literalmente los cuerpos de aquellas desafortunadas adolescentes quedaron irreconocibles, y después de asesinarlas cruelmente, el señor escribió la palabra "Satisfation" en la pared de la alcoba, con la sangre de sus propias hijas, pues esa era la canción que sonaba en aquella consola Magnavox en el momento de sus muertes; canción que por cierto estuvo sonando hasta dos días después en el que la policía entró a la casa, alertados por el olor de la descomposición de los cuerpos. Al entrar encontraron al señor Nolasco en el comedor, ataviado con el mismo traje con el que acudía a trabajar como cajero en el Banca Confía que se ubicaba en la colonia Narvarte, a pocos kilómetros de la casa, simplemente ahí estaba entre los cadáveres de su familia, desayunando cereal y leyendo el periódico como si nada, como si ninguna de aquellas muertes hubiera sucedido, no parecía tener cargo de conciencia alguno, incluso dio sus razones por las cuales atentó contra su familia, esto con voz apagada, y casi sin reflejar alguna emoción....
-Me mato trabajando..... me mato trabajando..... me mato trabajando.... ¿era mucho pedir que me dejaran ver el béisbol en paz? malditas perras.... -
Por supuesto que la policía le dio la oportunidad de rendirse, a pesar de que lo tenían rodeado esperaron hasta el último momento antes de dispararle. En la mesa del comedor donde se encontraba, tenía un revólver a la mano, aunque en principio no optó por usarlo en contra de los policías, era cuestión de tiempo antes de que eligiera la salida fácil y lo hizo, pero la policía reaccionó más rápido, pues en cuanto posó una de sus manos en aquella arma, una lluvia de balas se cernió sobre él, y ese fue el fin, desde ahí aquella casa fue cerrada tal y como se usó por quienes pasaron sus últimos minutos de vida en ella, se dice que ni siquiera se dieron a la tarea de limpiar, solo recogieron los cuerpos, pero la sangre en los pisos y las paredes, el dolor y el sufrimiento se quedaron plasmados en aquellas paredes, a perpetuidad.
Ahora, en el periodo actual tengo, treintaydos años, y he visto cosas que hacen que lo que pasó en esa casa palidezcan a un punto tal, que pareciera que aquello fue una simple riña doméstica, después de todo vuelvo al viejo barrio después de haber participado en una de las más cruentas guerras que se ha gestado en la última década en medio oriente, me fui con tres de quienes fueron mis vecinos y solo yo logré regresar vivo, al pasear por el viejo barrio, la colonia donde crecí, me doy cuenta de los cambios que han habido, la papelería de doña Adelina sigue ahí, pero ahora ya vende también productos de belleza, lotería instantánea y recargas telefónicas, y la promesa de escanear, fotocopiar o plotear documentos.... la tlapalería de don Goyo, esa parece no haber cambiado en nada, salvo por el hecho de que don Goyo falleció hace un año, a consecuencia de lo avanzado de su enfisema pulmonar. La recaudería de doña Lola, también sigue esperando el inevitable paso del tiempo, un poco deteriorada, pero con esa misma vocación de servicio, pues son casi las once de la noche y aún permanece abierta....
Lo único que no ha cambiado es aquella lúgubre casa, pues en el momento en que paso frente a ella, siento como si alguien me observara desde dentro, como si aquella pequeña sucursal del infierno estuviera esperando el momento más oportuno para devorar el alma de alguien, se que quizá solo es mi imaginación pero ahora después de contemplar los verdaderos terrores de la humanidad, el entrar a aquella casona tan tétrica, se me hace una buena idea. Aunque cuando apenas voy a ponerme en marcha, escucho la voz de mi mamá, ya me esperaba así que corro abrazarla, olvidándome por un momento de la idea de entrar a aquella casa
CONTINUARÁ.....

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