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jueves, 28 de enero de 2016

EL ABISMO. Christian Perales.






EL ABISMO. 
Dedicado a mi entrañable amigo Abraham Eduardo Salazar Granados.
He pasado toda mi vida en este barrio, en esta colonia cercana a la villita, somos personas tranquilas, que nos ganamos la vida como podemos, generalmente todos procuramos ser gentiles y buenos.
Bueno, hasta hace poco había una señora loca, alguien que odiaba a todos, alguien que no te devolvía ni el saludo, mucho menos respetaba las vidas de los más inocentes.
Doña Lucha, esa señora estaba bien loca, por aquí en el barrio le decían la "mataperros" y este nombre, se lo había ganado a pulso, con sus acciones. 
Esta señora mataba a los callejeritos solo por diversión, gozaba dándoles vidrio molido en trozos de pollo y luego verlos morir, a veces los mataba con su camioneta era cruel como nadie. 
Pero déjenme decirles que hubo una tarde en particular que le cambió la vida a esta señora.
Esa tarde, estábamos platicando entre amigos, con doña Cuca, la señora de las quesadillas, cuando salió la mataperros correteando a un pequinés, pobre animalito, no hizo nada malo simplemente se le ocurrió buscar una sombrita bajo la marquesina de su casa, doña Lucha, lo alcanzó y fiel a sus costumbres arraigadas le vació el agua hirviendo de una cacerola, que traía en las manos. 
El animalito tuvo una muerte horrible, bastaba escuchar sus desgarradores aullidos, para saber el enorme dolor que le había causado la señora, finalmente un veterinario al que acudimos, decidió ponerlo a dormir ante la gravedad de sus heridas.
Pero, por la noche el karma y la justicia divina hicieron su trabajo, doña Lucha, a las dos de la madrugada comenzó a sentir un infarto, quiso levantarse y pedir ayuda, pero no lo consiguió, los dolores de su corazón colapsado no le permitieron moverse ni un milímetro... sintió un miedo indescriptible al ver como unas enormes sombras con figura humana entraban a su recámara y poco a poco se iban acercando hasta que todo se volvió una enorme sombra ante su mirada. 
Cerró los ojos y al abrirlos pensó que todo había pasado, ya no sentía el dolor en el pecho y el brazo y por un instante creyó que se había repuesto, más hasta ese instante no se había percatado de que ya no estaba en su alcoba, estaba en una especie de monte donde muchas personas se habían congregado, hombres, mujeres, niños.
Lo más aterrador era el aspecto de estas personas, algunas tenían la piel totalmente carbonizada, otros, el cuerpo despedazado con los huesos asomando de entre la piel, ella misma tenía las manos amoratadas, quiso correr, pero estaba totalmente desorientada , de inmediato, notó que todos estas personas se enfilaban hacia un puente, uno muy muy largo, cuya función era cruzar un enorme abismo que en el fondo ardía de lava incandescente, nadie respondía a sus preguntas, todos la ignoraban y simplemente seguían caminando a la entrada del puente.
Decidió seguir a aquella macabra multitud, con la esperanza de que alguien supiera darle alguna luz sobre lo que le estaba sucediendo, así llegó hasta lo que parecía la entrada al puente, custodiada por dos enormes sombras antropomorfas, de inmediato supo que estas eran una presencia maligna, quiso retroceder cuando una de estas sombras levantó la mano derecha, y comenzó a hablar a la multitud.
- Ustedes.... han muerto... nosotros estamos aquí para juzgarlos... o mejor dicho, ustedes se juzgaron ya en la tierra, este puente divide el infierno del paraíso, quien haya hecho el mal en la tierra, irremediablemente caerá al abismo de lava, donde padecerán por toda la eternidad, y no podrán llegar al paraíso, pero si hicieron aunque sea una cosa buena en la vida... los guardianes los acompañarán en su camino. La gloria del cielo se abrirá al salir el sol, tienen ese tiempo para cruzar el puente...-
Después de decir esto la sombra desapareció, descendió al abismo pues el sol comenzaba a salir. Era hora de cruzar el puente.
Doña Lucha vio a su alrededor buscando a los guardianes de los que había hablado la sombra, no veía nada, más no se percató por un instante que delante de si, a la entrada del puente, se habían postrado un gran número de perros, de todos los tamaños, razas. colores y aspectos, estaban desde enormes rothweiler, hasta diminutos coquer, y así, ante la presencia del mejor amigo del hombre, los recién difuntos, comenzaron a cruzar el puente, en busca de llegar al paraíso. 
Y si ya de por sí, el puente, la lava y la sensación de no tener salvación eran un tormento, la pena aumentaba cuando todos se dieron cuenta de que dicho puente estaba plagado de obstáculos, obstáculos que seguramente harían caer a más de uno, lo primero que vieron fue un enorme matorral, lleno de espinas, y el primero en intentar pasar fue un hombre, las espinas se clavaron en él, sus pies comenzaron a sangrar, y cuando estaba a punto de caer al magma incandescente, pupy: un perro de raza mediana, sujetó su mano y lo salvó de despeñarse al abismo.
-fui bueno con los animales... ¡fui bueno con los animales! gracias amigo-
Èste hombre siguió caminando y poco a poco ganó mucha distancia con respecto a la multitud, quienes no lograron ver como, pero en un instante ya había pasado el puente guiado por el perrito y las puertas del cielo se abrían ante ellos.
Y así, el camino era muy largo y lleno de penurias, pero a medida de que la multitud de ánimas iba avanzando, lo perros los seguían, llegaron a un punto en el que el puente se hacía muy frágil, a cada paso se movían los ladrillos del mismo, y esta vez una mujer tropezó y cuando estaba a punto de soltarse, un dogo y un pastor alemán la sujetaron con fuerza y evitaron su caída a las fauces del averno.
Luego un Beagle con su desarrollado olfato se puso a la vanguardia del grupo y empezó a guiar a algunos para que no cayeran, sin embargo entre la multitud iba un hombre, que no encajaba con los demás, él simplemente se adelantó y con soberbia argumentó haber matado a cinco personas cuando estaba vivo, y no se dio cuenta de que más adelante el puente se llenaba de niebla y que en este punto, no existía barandal, resbaló y cayó.
Ninguno de los perros se movió para evitarlo, simplemente miraron hacia abajo atraídos por los desgarradores gritos que daba esta alma condenada, solamente atenuados por otros gritos, que parecían salir de la sofocante hoguera.
Doña Lucha se dio cuenta de lo que había hecho y de lo que estaba sucediendo, los perros guiaban a las personas buenas a través del puente y ella había cobrado la vida de muchos, sin más justificación que su propia diversión y ahora estaba pagando el precio de sus actos. 
Ella imaginó su eternidad en el infierno y ahora ya no le parecía importante tener su hogar libre de perros, empezó a llorar. 
La procesión continuó bajo este tenor, cada paso que daban sobre el puente era una sórdida lotería, en la que alguien caía al infierno ante la mirada indiferente de los canes y los gritos de dolor, o en momentos por el contrario, alguien resbalaba pero en el último momento era salvado por algún "costalito de pulgas", ya que ellos eran los guardianes de los que había hablado la sombra. 
Y así llegaron hasta el último punto, antes de cruzar ese tramo final del puente, ya quedaban muy pocos, tanto almas como perros y era el momento decisivo: 
En ese tramo había una enorme catarata, de ella emanaba una gran cantidad de agua hirviente, y solo eso, no había manera de pasar por un lado o saltar, y ahí fue donde todo tuvo unos tintes más aterradores, algunos perros sujetaron con su hocico, con ternura las manos de quienes merecían cruzar, y comenzaron a guiar a estas almas a través de la cascada, quienes cruzaron con sus guardianes, no sufrieron daño llegaron a la gloria que nuevamente se abrió ante ellos.
Una persona, un hombre, no tenía guardián, tomó impulso y trató de traspasar la cascada, pero fue inútil, el agua a esa temperatura comenzó a carbonizar su piel, a tirarle el pelo y horrorizado se fue derritiendo hasta convertirse en agua y restos mortales, para ser limpiado y enviado a la gran fosa que aguardaba abajo.
Al ver esto Doña lucha cayó de rodillas ante la cascada, era ya su hora, no tenía el temple para cruzar por ahí, pero sabía que de no hacerlo no tendría un destino final, su llanto amargo empezó a cundir, y cuando abandonó toda esperanza, de entre las calientes aguas, salió una figura que ella reconoció al momento.
Un pequeño pequinés salió como si nada de entre la cascada, sin lastimarse y se acercó a Doña Lucha para lamer su mano, sus ojos denotaban un gran entusiasmo, la señora lo miró con sorpresa y cierto júbilo mientras el animalito lamía su mano, incluso pudo sonreír por un instante, mientras miraba que el perrito portaba un collar con un dije, en forma de huesito. 
De pronto, tal como había comenzado todo, una de las sombras se apareció sobre el puente y se posó ante la mirada de Doña Lucha...
-¡Nooo por favor! ¡No! Déjame llegar al cielo...¡ Por favor sombra!-
- ¿acaso no te das cuenta?... fuiste perdonada... tienes suerte de que los perros no tengan rencores... -
-¿Què...?¿Qué va a pasar conmigo....?-
La sombra, en completo silencio levantó la mano y de inmediato a su alrededor comenzó un gran remolino que obscureció todo el panorama... Doña Lucha cerró los ojos y cuando los abrió, estaba en un hospital...
-¿Fue un sueño?...-
-Señora ¿puede escucharme?.... usted está hospitalizada sufrió un infarto... tiene suerte de estar con vida...-
Esas fueron las palabras de un doctor que hacía su revisión en el momento que Doña Lucha abrió los ojos...El doctor la dejó para que descansara y terminara de reponerse un poco, la señora giró la cabeza hacia un lado y en una mesa cercana a su cama, vio algo que la hizo estremecer, era el dije del guardián que la había salvado de caer a la lava. 
Lo tomó, y al volver la vista al frente, la sombra estaba frente a ella
-Te dimos una segunda oportunidad... no lo olvides... y no olvides quien te salvó...-
después de decir esto, la sombra desapareció...
Doña Lucha se recuperó y desde entonces cada noche vuelve a salir con una cacerola humeante buscando a perros, grandes y pequeños, solo que esta vez esa cacerola, no trae agua hirviendo, no trae veneno, trae amor puro, en forma de croquetas y patitas de pollo, y los perros, en especial los pequineses, no tienen que huir de ella.

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