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sábado, 6 de febrero de 2016

EL DETECTOR DE METALES. Frank LaMora





EL DETECTOR DE METALES..

Trato de recordar en que año fue, pero ya pasó muchísmo tiempo cuando en mi natal Torreón, una noche de mi ya muy lejana adolescencia, vi detenerse frente a mi casa, un coche antiguo; podría decir que era de los años 20's, como los que aparecían en la serie de tv. "Los Intocables".

De él bajó un hombre de traje negro, corbatín y sombrero, muy catrín, pero contrahecho y se ayudaba de muletas para caminar. Preguntó por mi papá y luego de que ambos hablaron, mi padre entró a la casa y salió con un localizador de metales, propiedad de un amigo suyo, que él guardaba. Y me dijo:
- Ven, acompáñame -.

Subimos al auto aquel y enfilamos hacia la vecina ciudad de Lerdo, Durango.
Llegamos a una casona impresionante y el coche entró por un portón de madera. Adentro, había un patio con macetas y plantas. A mí me dejaron en un rústico comedor, mientras mi papá iba con el hombre de las muletas hacia unos cuartos. 

Adentro de la casa no había electricidad (un lujo para esos años), pero usaban quinquès de petróleo para alumbrarse. Mientras yo esperaba, me dieron un jarro con atole y una semita.
Luego de varios minutos, apareció mi papá con el aparato y me dijo:
- Ya vámonos-.

Tomamos un camión y regresamos a Torreón.
Al otro día, el dueño del aparato aquel pasó por mi papá a la casa, porque ambos trabajaban en el mismo taller y cuando mi papá le contó lo de la noche anterior, el hombre se alteró y le dijo a mi padre:
- ¡Oye, no, nadie habló conmigo, y menos para prestarle mi aparato! ¿A poco se lo diste?
Mi padre le dijo que no, que solamente habíamos ido a Lerdo, que usaron el aparato dentro de aquella casona y volvimos a Torreón con él.
- Has de saber, dijo el amigo de mi papá, que cuando alquilo el "buscador de tesoros", aparte de cobrar, me tienen que dar un pequeño porcentaje de lo que encuentren. Así funciona ésto. Vamos a Lerdo.
No tardaron en volver, y los dos traían la cara ceniza y larga, como de susto. Se veían muy desconcertados.
Mi padre decía:

- Ahí está mi hijo que fue conmigo, pregúntale a él.
Me subieron a la camioneta y enfilaron de nuevo a Lerdo. Cuando nos detuvimos, el amigo de mi papá me preguntó:
- ¿Podrías reconocer la casa a donde vinieron anoche?
- Es esa. -le dije, señalando la casona-
Sí, era la misma, pero no lucía como la noche anterior, sino que se veía vieja, abandonada y parecía venirse abajo con el viento más débil.
Yo me asomé hacia adentro por entre las resecas tablas de la puerta y el patio en donde había macetas y plantas, sólo había yerbajos crecidos y reinaba un total descuido y el abandono.

Una señora que barría su banqueta, se acercó a mi papá y a su amigo y oí que les decía:
- ¿Ustedes son los que van a comprar la casa? Ví que vinieron hace rato a verla y ya regresaron otra vez (sic). 

Porque han de saber que esta casa perteneció al general Benjamín Argumedo, aquel que le decían "El León de La Laguna" y que fue el peor enemigo de Pancho Villa. 

Aquí vivió su hermano con su familia.
- No, -dijo mi papá- no nos interesa la casa, pero buscamos a un señor bajito, jorobadito, de muletas...
- Ah, pues él era el hermano del general, pero... ¡huuuuy! ese señor se murió hace como veinte años.

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