Les comparto otro de mis relatos.
He tratado de elegir para ustedes algunos en los que no sea necesario conocer Morelia para comprenderlos. Espero que este sea de su agrado.
Según entendí, los hechos ocurrieron en una ciudad cercana a Morelia y el taxista fue o es el protagonista, el nombre desde luego, es supuesto.
Curiosamente estos hechos me recuerdan mucho a lo que le ha sucedido a un familiar en otro estado de la República...
Rafa había concluído sus estudios, y mientras encontraba trabajo, se hizo cargo del pequeño salón de fiestas propiedad de su familia, labor que conocía bien, pues desde que era un niño había ayudado a sus padres en el manejo del salón, mismo que se encuentra junto a un local también pequeño, que inicialmente se construyó con la finalidad de hacer ahí una casa y en el que se guardan los aparatos, vajillas y otros enseres necesarios para el buen funcionamiento del salón de fiestas, además de algunos catres y cobijas.
Rafa propuso a varios de sus amigos que le ayudaran en lo relacionado con esa actividad; de manera que reunió un pequeño equipo de jóvenes entusiastas que le apoyaban en sus labores.
En ocasiones, cuando las fiestas terminaban tarde o decidían hacer el aseo en la misma noche, algunos de ellos se quedaban a dormir en el local –al que llamaban “casa”-... al fin, ahí había catres y estaba desocupado... bueno, al menos eso creían...
Pronto se dieron cuenta de que... ahí... había algo... o alguien... que paseaba a su antojo por la casa y... también por el salón de fiestas a cualquier hora del día o de la noche... Algunos de los sucesos que ocurrieron, fueron tomados como simples anécdotas...
Cierta noche, ya terminada la fiesta, se encontraba Toño ordenando los discos –todavía de acetato- que había utilizado para amenizar la fiesta, cuando por el lado de la cocina... ¡¡¡¡Craaaasssshhhhh!!!! salió corriendo y... ¡gran parte de la vajilla estaba en el suelo, hecha pedazos, junto a la mesa grande en donde la colocaban pegada a la pared...!
Llegó corriendo Jorge que estaba aseando los baños: -¡No puede ser... No puede ser...! -repetía... -¡No puede ser!- decía mientras su semblante palidecía... - ¡Yo le ayudé a Rafa a ponerla junto a la pared...! ¡Y ya se fueron todos...!
Otra noche, tres de los muchachos decidieron quedarse a dormir en la casa, mientras que Rafa y dos más de sus amigos, se fueron a sus domicilios.
Toño, Jorge y Ramón, ya habían dormido en ese lugar “desocupado”... Toño ocupó lo que debería ser una recámara chica con un catre, mientras Jorge y Ramón ocuparon otra que tenía dos.
Apenas habían entrado en las “recámaras”, cuando escucharon ruido en el salón... los tres se dirigieron allá creyendo que algún “enfiestado” se había quedado dormido... encendieron la luz principal y entraron... ¡Nada...! Pero las luces de los sanitarios estaban encendidas.
Se culparon mutuamente y Ramón fue a apagarlas... y al entrar al baño de hombres ¡Trashhh...! ¡se cerró la puerta de golpe...! La abrió a toda prisa, apagó la luz y salió corriendo.
Repuestos de la sorpresa, culparon a alguna corriente de aire y se fueron a dormir...
El cansancio y la avanzada hora hicieron su parte y pronto se quedaron dormidos... no supieron cuánto tiempo había pasado, cuando casi simultáneamente, Jorge y Ramón fueron despojados en forma violenta de las cobijas y alguien... o algo... entró a donde dormía Toño y regó sus ropas por toda la pequeña habitación.
Verdaderamente asustados decidieron irse a sus casas.
En otra ocasión, cuando apenas oscurecía, Rafa subía las escaleras de la casa cuando escuchó una voz claramente masculina, cansina, apagada, que le llamaba: “¡Raaaffaaa...aa...aa..!”
Fue la primera de varias veces, en que estando solo en cualquier lugar de la casa o el salón, escuchó esa voz llamándole... Otras veces, se abrían y cerraban puertas sin razón alguna, se encendían luces... Pero a decir verdad, nunca ocurrió nada cuando había fiesta...
Todo lo narrado y algunos otros sucesos, fueron siendo comunes para el grupo de jóvenes, que cuando empezaban a escuchar ruidos u otras manifestaciones, optaban por retirarse... Alguno de ellos gritaba, para darse valor: “¡Ya sabemos que no nos quieres aquí, ya nos vamos...!” y se iban.
Ya se había hecho costumbre, al salir, bajar el interruptor general del salón, pues a “eso” le gustaba encender las luces...
Pero... para Rafa, faltaba el gran día... y noche...
La fiesta no había sido muy agitada, por lo que Rafa y sus amigos solo recogieron la vajilla, plegaron mesas y sillas y se retiraron.
Al día siguiente, cerca de las cuatro de la tarde, Rafa estaba solo, trapeando el salón, cuando de pronto, vio encendidas las luces del baño de hombres.
Culpó mentalmente a alguno de sus amigos y ayudantes, fue a apagar la luz... y cuando regresó... la cubeta y el trapeador que había dejado en el centro del salón ¡Estaban en el extremo...!
Desconcertado cogió los instrumentos de limpieza, y se dirigió al centro del salón a seguir con su labor... un ligero ruido en los baños... volteó hacia allá y no vio nada... se agachó a exprimir el trapeador... otra vez el ruido... volteó... ¡Las luces de los dos baños estaban nuevamente encendidas...! sintió un ligero escalofrío, pero se tranquilizó pensando: “tengo que revisar esos apagadores...”
Se dirigió hacia allá, apagó la luz del baño de damas, entró al de hombres y al mover el interruptor, a lo lejos, como viniendo del otro extremo del salón: “¡Rrraaa...ffaaa..aa..aa..!” ¡Aquella voz...! ¡En pleno día...!
Salió corriendo con la idea de atrapar a algún bromista, cuando vio en el centro del salón ¡la cubeta de agua volcada y el trapeador tirado junto a la pared...! Se detuvo extrañado y en ese momento una fuerte ráfaga de aire entró por las ventanas abiertas y oyó claramente la puerta de la casa cerrarse de golpe...
Aquello en lugar de asustarlo lo tranquilizó: Seguramente alguno de sus amigos le quiso jugar una broma.
De cualquier forma, se dio prisa para terminar y se marchó... Como ya era costumbre, apagó las luces y bajó el interruptor general antes de cerrar la puerta...
Aproximadamente a las doce y media de la noche, sonó su teléfono... Era Pepe, otro de sus amigos que le ayudaban y que vivía cerca del salón: -Rafa- le dijo -dejaron las luces del salón encendidas y yo no traigo llaves...
-Espérame por ahí, voy enseguida...
Algo hizo a Rafa solicitar la compañía de Pepe...
Cuando se reunieron, entraron por la puerta de la casa, encendieron las luces, verificaron el interruptor del salón y ¡Estaba conectado...!
-Estoy seguro que lo desconecté- dijo Rafa con voz ligeramente temblorosa... En fin, entraron a la casa, se dirigieron a la puerta que daba al salón... ¡Crrrrriiiiichhh...! Una puerta de la casa se quejaba... ¡Traaaashhh! Se cerró... ambos sintieron un sudor frío correr por su espalda, casi corrieron para entrar al salón... y ahí... ¡todas las luces encendidas...! ¡También las de los baños...!
Se dieron valor mutuamente y fueron hasta allá para ir apagando cada interruptor.
Regresaron y vieron que también estaban encendidas las luces de la pequeña cabina de sonido, trataron de abrir la puerta y ¡Estaba cerrada... por dentro...! Se oían ruidos apagados, pensaron en un ladrón... en silencio tomaron cada uno algo para defenderse y Rafa rompió un vidrio de la puerta... se asomó y al hacerlo... las luces se apagaron, metió rápidamente la mano, abrió de golpe y... ¡Nada...! ¡Nadie...! solo un reguero de discos de acetato en toda la cabina... y el tocadiscos girando en silencio...
Dejaron todo como estaba y salieron lo más rápido que les permitían sus temblorosas piernas...
Al día siguiente, entraron cuatro de ellos con Rafa al salón y a la cabina... las luces encendidas... los discos regados por el suelo y por todas partes... y algunos... con rayaduras como arañazos...
El tiempo ha pasado, los discos ya no son de acetato, es más, ni siquiera son discos, varios de aquellos jóvenes han emigrado o se han dedicado a otras actividades, solo quedan ahí Rafa y Toño con algunos empleados y... algo... o alguien... que de vez en cuando les juega bromas ligeras...
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