EL MECÀNICO.
Quiero relatarles algo que me pasó en Nayarit. Mi madre vivía por la calle de la entrada a Acaponeta, ahí enfrente vivía una familia y el esposo tenía un taller mecánico, hombre muy educado, sencillo y muy estimado por todo el pueblo; yo lo conocía porque siempre iba a la cenaduría que yo atendía; mucho tiempo dejó de asistir y en una ocasión que en compañía de una de mis hermanas fui a visitar a mi mamá, nos encontramos a ese señor a la vuelta de su casa, con su ropa de mecánico y muy sonriente me saludó, me dijo:
-¡Hola mi niña ¿Cómo estás?!- A lo que le respondí:
-¡Muy bien gracias y usted?
-¡Bien gracias a Dios!- Contestó de manera educada.
Él siguió su camino, en un momento yo volteé a mirarlo pero él ya iba doblando la esquina en dirección a la casa donde vivía su señora madre, él también volteó a mirarme con una sonrisa muy triste. Cuando nosotras llegamos a la calle de la entrada vimos con sorpresa que tenían bancas y una carpa afuera de su casa, yo di por hecho que se había muerto la mamá del señor que nos habíamos encontrado, por eso recordé su mirada tan triste.
Al llegar con mi mamá le pregunté quién se había muerto y cuál fue mi sorpresa cuando mi madre me dijo:
-¡Es el señor de enfrente, el mecánico, murió ayer en Guadalajara y ahorita ya lo traen en una carroza, llegan con él en la tarde!-
A mí se me aflojaron las piernas, mi hermana me abrazó llorando, a lo que mi madre nos preguntó qué teníamos, le dije llorando:
-¡Mami, no puede ser, acabamos de platicar con tu vecino hace unos minutos aquí a la vuelta!-
Mi madre se impactó con la noticia y al poco rato ya más repuesta de la impresión nos dijo:
-¡Él anda aún vagando entre nosotros!-
Eso es algo que jamás se me olvidará, yo sí creo que ellos andan entre nosotros, porque yo lo viví en carne propia.
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