En la ciudad de Évora, en Portugal, a pocos kilómetros de Lisboa, podemos encontrar lugares muy interesantes.
Fue una importante ciudad romana (todavía se conserva en muy buen estado un acueducto y el templo de la diosa Venus).
Pero uno de los más peculiares está junto a la iglesia de San Francisco, en el antiguo monasterio franciscano, más concretamente junto al claustro, en el lugar donde estuvieron los dormitorios.
Se trata de la “Capela dos Ossos”, o Capilla de los Huesos.
El nombre está muy bien puesto, y es que las paredes de toda la capilla están revestidas de esqueletos amontonados mezclados con cemento.
Se calcula que hay restos de al menos 5.000 cadáveres.
La Capilla de los Huesos se comenzó a construir en el siglo XVI, cuando los dos cementerios de los monasterios franciscanos de la ciudad estaban a rebosar y hubo que exhumar los restos.
¿Y qué hacer con ellos?, pues los cráneos y huesos largos como tibias, fémures, húmeros, servían para conseguir una bonita decoración, ya que iban a ser amontonados, por lo menos, amontonarlos con estilo.
El resto de las osamentas y los huesos fragmentados, servían de argamasa mezclada con el cemento para revestir los muros.
Y es que entre los monjes franciscanos el tema de la muerte como resultado de la transitoriedad de la vida era muy aclamado.
Estas capillas servían de meditación, para que el individuo comprendiera que no somos más que polvo y a él volveremos, que lo único que quedará de nosotros, pobres o ricos, guapos o feos, buenos o malos, serán nuestros huesos cuando la Dama de la Guadaña venga a por nosotros, y una vez que seamos huesos, no habrá mucha diferencia entre unos y otros (a no ser que sea un antropólogo forense el que esté en la capilla, en lugar de meditar se lo pasará pipa encontrando diferencias y rasgos diferenciales en aquellos amiguitos).
Que la Muerte nos coloca a todos en nuestro lugar. Y con un poco de suerte, ese lugar puede ser la argamasa de un bonito muro.
Hay una inscripción en latín dice: ” NON MORIAR SED VIVAM”, que traducido viene a ser “No se puede morir sino vivir”. Alusión a la vida tras la muerte, no todo es desesperación, hay esperanza para el que se mortifique aquí dentro.
En otra inscripciòn podemos leer “LUDIBRIA MORTIS”, la Burla de la Muerte. Atención a los cráneos que separan los muros del techo, no están dibujados, son de verdad.
Los huesos no son los únicos que adornan las paredes, también podemos ver dos momias colgadas del muro. Una es de un adulto, otra de un niño.
Hubo un momento en el que el niño estuvo entero, ahora solo queda media momia.
No debemos olvidar la inscripción que hay al otro lado, en la puerta de entrada: “Nosotros, los huesos que aquí estamos, por los vuestros esperamos”
Los arcos de las ventanas también están decoradas con cráneos. El juego de las luces y las sombras da un aspecto fantasmagórico. Fijense en los cráneos, ¿no parecen que tienen vida?. A ver si son capaces de encontrar a los dos tristes, al enfadado, a las dos calaveras que tienen un ojo izquierdo, al que tiene cara de malo o al que está avergonzado. Hay premio.
Protegido por el cristal, para evitar más destrozos, este joven nos mira al salir. Las suturas sin cerrar de los huesos del cráneo nos revelan su edad. No se despide, solo nos dice… hasta la vista.
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