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viernes, 19 de febrero de 2016

LOS REPROCHES DE MARTINA Luis Bernardo Reveles


María Martina Arango Arámbula nació el 30 de enero de 1882, murió de tuberculosis en 1923, en la pobreza, despues de que Francisco Villa le retirara su pensión en 1922


                                                         PANCHO VILLA.








Sentadas: Mariana Villa, Martina Villa, Luz Corral.


Martina Arango y Sara Martinez Arango, madre e hija, muertas en 1923 y 1966 respectivamente; ambas muy jovenes


LOS REPROCHES DE MARTINA.

«Gabino Burciaga, miembro de la escolta de Francisco Villa y testigo de los hechos, relata que momentos después de que Manuel Díaz Couder llegó prisionero al Cuartel General, se presentó Martina Arango, a quienes muchos jefes y oficiales conocían desde San Juan del Río; se acercó a su esposo, el oficial Juan Martínez Torres y le’ exigió: “dile a tu general que necesito hablar inmediatamente con él”. Al mismo tiempo, arribó Margarita Díaz Couder y doña Ángela Díaz Couder, hija y hermana del detenido respectivamente, para pedir clemencia por el detenido. En esos instantes, apareció Villa seguido del cónsul estadounidense George C. Carothers, los hermanos Luis y Eugenio Aguirre Benavides, entre otros. Martina, hecha una furia, acompañada también de su prima Luz Arámbula, encaró a su hermano, reprochándole: “me dijeron que van a fusilar a don Manuel y vengo a impedírtelo: eres un malagradecido, un sinvergüenza...”. Villa, encendido en cólera, se dirigió a sus acompañantes que observaban sorprendidos por el lenguaje y señales de disgusto de aquella mujer, desconocida para ellos, diciéndoles: “perdónenla señores, es mi hermana” -contestándole después a Martina- “¿Porque no he de “afusilar” a este viejo que tantas molestias, tantos castigos me aplicó cuando yo era muchacho?” —replicándole Martina— “Tú no sabes, porque te “largates” nunca “supites” nada de nosotros, que si en la casa comíamos, vestíamos y nos curábamos, es porque don Manuel nos daba todo lo que necesitábamos.” Villa, un poco cortado, alegó en su favor: “pos todo eso no lo sabía”. “Pues ahora ya lo sabes —responde Martina— y siempre has sabido que si don Manuel trataba de corregirte, lo hacía por tu bien”. Martina también le echó en cara los trabajos que la madre pasó para mantener aquella familia, y con lágrimas en los ojos, Doroteo respondió: “pos no lo “afusilo”, pero me lo llevo preso a Chihuahua”. “Pues hasta Chihuahua me voy para evitarte que lo mates”. Terminó Martina y así lo hizo».
Reidezel Mendoza, “Bandoleros y Rebeldes, Historia del Forajido Doroteo Arango, 1874-1911, pp. 180, 181

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