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viernes, 19 de febrero de 2016

MARIO Y EMMA. Luis Bernardo Reveles

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Había una vez un joven armadillo llamado Mario que vivía a este lado de las montañas. Todos los días Mario hacía lo mismo: cavaba, trabajaba, charlaba con sus amigos y se iba a descansar para el día siguiente.
Así, día tras día, noche tras noche…
Una tarde, mientras caminaba de regreso a casa, se encontró con el pájaro Ioco, un pájaro de largas alas y pico afilado que estaba de paso por allí.
Éste, le explico que iba de viaje y que quería llegar al otro lado del cerro. Aunque por hoy ya había volado suficiente y necesitaba descansar… Por eso se había posado en aquella rama…para pasar la noche y reponer fuerzas.
Mario el armadillo se quedó muy sorprendido pues nunca antes se había planteado que al otro lado de la montaña pudiese haber algo más…
Él siempre había vivido allí, rodeado de su familia y amigos y haciendo lo que se “esperaba” de él… Fue a la escuela, se esforzó, creció y maduró.
Poco a poco, sus escamas se fueron fortaleciendo hasta que consiguió tener un robusto caparazón con el que poder cavar y trabajar como ya lo habían hecho antes todos los armadillos de su familia.Sus padres, tíos y abuelos.
Pero ahora Mario no paraba de hacerse la misma pregunta… ¿Qué es lo que habría al otro lado de la montaña? ¿Y si iba para descubrirlo…?
Pasó toda la noche despierto, dando vueltas y más vueltas en su cama. Pensando en lo que le había dicho el pájaro y en la posibilidad de viajar allí como estaba haciendo él…
Ya por la mañana, decidió comentarlo con su padre, quien le dijo que eso era una “tontería”. Que lo verdaderamente importante en esta vida, se encontraba a este lado de la montaña y que no había ninguna necesidad de ir allí…
Después, habló con su madre, quien le trasmitió todos sus miedos y preocupaciones. Ella pensaba que ir a ese lugar podría ser peligroso, y trató de convencerle para que no lo hiciese…
Fue pasando el día y Mario se cruzó con varios de sus amigos. Cada uno le daba su opinión acerca del “posible viaje”, un viaje que a nadie más parecía gustar…
Fue entonces cuando Emma ¡por fin lo encontró!
Llevaba horas buscándolo, pues había escuchado rumores acerca de la “idea” de Mario.
Lo cierto es que a Emma casi todos la veían como una armadilla un poco rara, diferente a los demás… Se había pintado cada escama de un color del arco iris y siempre estaba cantando y bailando. El resto de armadillos, la criticaban por ello y pensaban que estaba un poco “loca”…
Cuando por fin lo encontró y pudo hablar con él, le dijo que le parecía una idea extraordinaria eso de viajar al otro lado de la montaña. Que ella quería ir con él, explorar nuevos lugares, conocer a otros animales y sobre todo disfrutar del viaje, de su compañía y de la oportunidad de conocerle a él.
– ¿Conocerme a mí? – dijo Mario – A mí ya me conoces desde hace muchos años Emma…
– Ya… Pero quiero conocer al verdadero Mario –le respondió – al que está debajo de ese caparazón. Por eso creo que este viaje juntos puede ser una buena manera de re-conocernos.
Mario en ese momento sintió Miedo… ¿De qué habla esta loca? Se preguntó… ¿Quitarnos el armazón? ¡¡¡Si nos lo quitamos moriremos!!! ¿Acaso no lo sabe?
Además, conectó con la Rabia… ¿Conocer al verdadero Mario? ¿De qué habla? ¡Yo ya soy el verdadero Mario! ¡¡¡Yo soy como soy!!! ¡¡¡ Siempre he sido así!!!
El joven armadillo entonces se sintió en un compromiso… ¿Cómo podía decirle que NO a Emma sin que ésta se enfadase con él? Le daba vergüenza… Así que optó por decirle que se lo pensaría y siguió caminando…
Una vez en casa, en el silencio de la noche, en la penumbra de su habitación, Mario se dio cuenta de que Emma había sido la única en todo el día que le había apoyado, que no le había metido miedo ni le había juzgado… Ella era la única que le había tomado en serio y que había confiado en él.
¿Por qué no entonces aprender a CONFIAR como hacía ella y darse una oportunidad? Descubrir nuevos paisajes, nuevos amigos y no quedarse para siempre a este lado de la montaña…
Este podía ser un buen momento de cambiar algo en su tranquila, pero al mismo tiempo monótona vida,de darse una oportunidad para empezar de cero…
A la mañana siguiente, Mario fue en busca de Emma, y tras despedirse de algunos amigos y familiares emprendieron viaje “rumbo al otro lado”.
Cuando Mario volvía la vista atrás, intuía como el resto de armadillos se habían quedado allí, todos juntos contemplando y cuchicheando acerca de su marcha…
Emma entonces le propuso ir bailando hasta la siguiente hilera de árboles que se veía allí a lo lejos. A lo que Mario rápidamente respondió:
– ¿Qué dices? ¿No ves que siguen todos allí y que nos están mirando? Pensarán que estamos locos…
– A mí me da igual lo que piensen – le dijo Emma- Lo que de verdad me importa es cómo yo me siento… Y cuando bailo, me siento libre, ¡me siento FELIZ! ¿No te apetece probar aunque sólo sean unos cuantos pasos?
– La verdad es que sí que se te ve feliz y sonriente, pero es que a mí… No sé… A mí me da vergüenza bailar – reconoció finalmente Mario.
– Bueno, ¡pues no bailes! ¡Salta! ¡Canta! ¡Ríe! Haz aquello que a ti te haga sentir bien… ¡Aquello que te permita ser tú mismo!
Mario, al escuchar esto se sintió muy aliviado, pues se dio cuenta que Emma no esperaba nada de él… Simplemente le aceptaba tal y como era, y eso le gustó mucho.
A los pocos metros, se descubrió silbando (algo que hacía de pequeño y que tenía olvidado, después de que un día su abuela le dijese que eso no estaba bien visto en un armadillo serio y responsable como era él, por lo que dejó de hacerlo para que ella estuviese contenta…)
Un poco más allá, cuando estaban ya casi alcanzando la hilera de árboles se dio cuenta de que Emma había empezado a bailar al ritmo de sus silbidos. Ésta, era una nueva situación para él… Rara, pero al mismo tiempo divertida…
Siguieron caminando y hablando sin parar hasta que por fin alcanzaron la cima de la montaña.
Al llegar, Emma empezó a dar saltos de alegría y a cantar su canción preferida…
“Me encanta viajar, ir a otro lugar, cantar y jugar sin parar de disfrutar… la, la, la…”
Mario decidió sentarse y disfrutar de aquella increíble vista. El sol estaba a punto de esconderse, pero su luz aún permitía divisar los exóticos árboles, las flores de mil y un colores y aquella lejana cascada…
Emma y Mario estaban cansados, así que decidieron comerse el bocadillo que llevaban preparado y pasar allí la noche…
Pero antes de dormir, estuvieron un largo rato hablando y compartiendo viejas historias y aventuras de cuando eran más pequeños…
A la mañana siguiente, retomaron su camino con unas cuantas frutas en los bolsillos de sus mochilas para poder ir desayunando mientras caminaban.
Al llegar al borde de la montaña, se encontraron con un camino laaaargo, laaaargo…que bajaba zigzagueante y que les llevaría casi todo el día recorrer…
Fue entonces cuando Emma tuvo una de sus peculiares ideas…
– ¿Y si bajamos rodando? – le propuso a Mario – Llegaríamos mucho antes y además ¡¡¡sería muy divertido!!!
– ¿Rodando? Pero… pero… ¿Tu estás segura de que podremos Emma?
– ¡Claro que sí! Mi abuela siempre decía que todo aquello que quieres conseguir, todos los sueños que deseas alcanzar, se hacen realidad si realmente confías en ti… ¡Y yo confío en nosotros! ¿Qué me dices? ¿Lo intentamos?
Mario dudó unos segundos, pero después dio un paso al frente. Si algo había aprendido en este viaje junto a Emma era que nada es imposible y que es importante confiar en uno mismo…
Así que, tiraron primero sus mochilas por la ladera de la montaña. Y luego se cogieron de la mano y se lanzaron rodando pendiente abajo…
– ¡¡¡Yuhuuuu!!!
– ¡¡¡Aaaaahhhh!!!!
Unos minutos más tarde, ya estaban abajo… Algo mareados de dar vueltas y más vueltas, pero contentos pues ¡ya habían llegado!
En ese momento, Mario le preguntó a Emma:
– Oye, mientras bajábamos rodando te miré y te veía blanca, no de colores como eres tú… ¿Cómo puede ser eso? ¿Será cosa del mareo?
– No Mario. Me viste bien. Lo que pasa es que al rodar tan rápido, todos los colores de mis escamas es como si se mezclasen… Y cuando se combinan todos los colores, se crea el color blanco. ¿No lo sabías? A mí me lo contó mi abuela cuando yo era pequeña. Ella pintaba muchos cuadros y sabía mucho de acuarelas y colores… Por eso cuando murió decidí pintarme cada escama de un color… Para acordarme de ella cada día…Y también porque me gusta! Mi look es alegre y original…jiji – se sonrió Emma.
– ¡Que guay Emma! No sabía eso del color blanco… Ni tampoco sabía el motivo por el que llevabas tu caparazón pintado… Pensaba que era una “locura de las tuyas”… Pero me alegra que hayas compartido conmigo la historia y la verdadera causa de tu color.
– Bueno Mario, pues ahora que me conoces un poco mejor, ¿qué te parece si me cuentas algo de ti?
– ¿De mí? ¿Y qué quieres que te cuente? – le contestó el joven armadillo.
– ¡Pues no sé! ¡Lo que tú quieras! ¿Qué es lo que más te gusta?
– ¡La verdad es que me encanta nadar!… Estoy deseando que lleguemos a la cascada para darme un buen chapuzón…
– ¡Pues venga! ¡Vamos! ¡A mí también me gusta mucho chapotear en el agua!
Juntos, siguieron avanzando hacia la pequeña gran cascada… Pero justo antes de bajar la última roca, se pararon a hacer un último descanso.
Mientras estaban allí sentados, observando a todos los animales saltar y jugar en el agua, Emma le preguntó a Mario:
– Oye Mario, y ¿hay alguna cosa que te de miedo?
A lo que éste contestó…
– Pues en estos días me he dado cuenta que me daban miedo muchas cosas. Me daba miedo lo que pensasen los demás de mí, que se riesen o me juzgasen… Y también me daba miedo hacer cosas nuevas… Pero lo que he aprendido en estos dos días contigo es que tener miedo es algo normal, y que lo importante es CONFIAR.
Confiar en uno mismo y en los demás, y “aprender a hacer con miedo lo que antes no hacías por miedo”. ¡Y todo esto lo he aprendido gracias a ti Emma! ¡Tú me has enseñado a confiar y a pensar que cualquier cosa es posible! Así que… ¡Muchas gracias!
– ¡No sabes cuánto me alegra oírte decir eso Mario! ¡Me pareces un armadillo muy valiente! Y ahora, me gustaría contarte un secreto… Me da un poco de vergüenza, pero estoy segura de que tú lo entenderás…
– ¡Claro Emma! – dijo Mario – ¿De qué se trata?
– Tengo miedo a perder mis colores si me baño en la cascada… Tengo miedo a olvidarme de mi abuela si se me borran…
– Te entiendo Emma… Eso debe ser algo muy importante para ti…
– ¡Pues sí! – contestó ella – Desde hace más de dos años, siempre van conmigo a todas partes…
– ¡Tengo una idea! -dijo Mario rápidamente pegando un respingo- Si al bañarte se te borran… ¡yo te los puedo volver a pintar!
– ¡Qué buena idea Mario! ¡Ahora sí que estoy deseando llegar a esa cascada!
Se levantaron de aquella roca en la que habían estado descansando y hablando y bajaron los últimos metros hasta llegar por fin al pie de la cascada. Rodeados de árboles y flores exóticas, y de muchos animales de toda clase y colores, dejaron sus mochilas apoyadas en un árbol y se lanzaron al agua…
– ¡¡¡Yuhuuuu!!!
– ¡¡¡Al agua patos!!!
Se lo pasaron genial jugando y chapoteando con todos los animales. Hicieron muchos amigos con los que compartieron risas y canciones, y a quienes contaron el recorrido de su pequeño gran viaje, el camino que habían hecho desde el otro lado de la montaña…
Al salir del agua, Emma y Mario se dieron cuenta de que parte de los colores habían desaparecido…
– Parece que el agua ha borrado mis colores, pero me he dado cuenta de que eso no significa nada… No tengo por qué olvidar a mi abuela ni ir pintada a todas partes… Ella seguirá en mi memoria y formará parte de mis recuerdos. Así que, creo que no hace falta que me los pintes otra vez Mario…
– ¡Cuánto me alegro Emma! ¡Tú también eres una valiente!
De pronto, miraron al agua y vieron que el resto de animales salían con sus cuerpos pintados… El agua se había teñido con los colores de Emma, y ahora todos los animales llevaban consigo una parte de ella. Al irse dando cuenta, todos rieron y cantaron… Y decidieron que a partir de ese día, todos los años se reunirían allí para celebrar la fiesta de los colores en honor a Emma y a su abuela…
¡Y así fue! Todavía son muchos los animales que aún hoy, siguen reencontrándose año tras año en la cascada multicolor… Aquella que está al otro lado de la montaña, aquella donde los sueños se hacen realidad y donde cada uno puede SER y vivir FELIZ.
¡Y colorín colorado este cuento de colores se ha terminado!

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