BIOGRAFÌA. PARTE 2
A los dos años de edad contrajo asma, que aunado a las malas prácticas médicas ocasionaron que pasara confinado a una recámara aislada gran parte de su infancia, y es de ahí donde vino su gusto por la lectura y la escritura.
Con tanto tiempo para pensar, aprendió a leer a los cuatro años y a escribir con soltura a los seis, su padre Héctor H. Perales inculcó en él ese gusto dotándolo de libros, incluso dándole a leer algunos que eran demasiado avanzados para su edad.
A los seis años también construyó una especie de maqueta que simulaba una especie de pueblo aterrador, que a él no le causaba si no fascinación, orientando su gusto hacia los fenómenos paranormales.
Cuando ingresó a la escuela causó conflicto en algunos de sus mentores por lo avanzado en algunos temas y su extrañas obsesión ante la cercanía de su muerte que, dicho sea de paso, los doctores que lo antendían, pronosticaban para 1988 cuando él tendría 8 años.
Sin embargo dicha predicción falló y a esa edad Christian participó por primera vez en un concurso escolar sobre escritura que le mereció el segundo lugar con un relato de terror conocido como "El niño en mi recámara".
A partir de ahí comenzó a escribir, se sabe ahora que por lo menos tiene ocho cuadernos manuscritos, de 200 páginas cada uno con relatos, vivencias, composiciones y ensayos.
En la secundaria tuvo su primera decepción literaria, cuando una profesora de literatura mexicana envió uno de sus ensayos al bote de basura, al considerar incongruente la idea de extraterrestres pacifistas.
En ese entonces Christian dejó de escribir por espacio de casi cuatro años, para retomar su pluma a finales de su educación preparatoria, donde escribió cuentos por capítulos, solo por diversión y los leía en voz alta a sus amistades.
En el año de 1998 retomó su gusto por participar en concursos litearios, presentando su ensayo intitulado "Duelo contra el demonio" el cual le valió el primer lugar en aquel concurso, sin embargo, su creciente ludopatía, se convirtió en una verdadera adicción a los juegos de azar, lo que nuevamente lo hizo abandonar la literatura.
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