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martes, 19 de enero de 2016

ELLAS ERAN MIS EMPLEADAS. CHRISTIAN PERALES








CUENTO CORTO.
ELLAS ERAN MIS EMPLEADAS.
.... A las 7:19 mi corazón se detuvo, víctimas desconocidas, seres humanos sin rostro, cuya voz se extinguió en una mole de concreto y varillas retorcidas, nada somos, nada puede detenerlo. Solo somos polvo, hermanos buscando a hermanos.
19 de septiembre de 2005
Es el último aliento de don Fermín, se encuentra postrado en su lecho de muerte, han pasado 20 años de los sismos de 1985, se encuentra con una gran congoja que oprime su cansado corazón, sabe que está a punto de despedirse de este mundo, pero no sabe si, le aguarde el descanso eterno, o en el fondo sabe que está condenado. 
El doctor que lo asiste simplemente ha dejado de intentar salvarle la vida, no por que sea malo o negligente, si no por que él mismo sabe que no queda nada por hacer, y es solo cuestión de tiempo para que su corazón se detenga.
El padre Rentería acude al departamento ubicado en la colonia Nápoles solo con la única intención de cumplir su deber, que es el de tomar la última confesión de don Fermín.... y otorgarle la extrema unción, de tal suerte que una vez que llega, el moribundo decide no perder el tiempo...así que va al grano.
-ave María purísima...-
-si pecado concebido... padre... estoy muriendo, por favor absuélvame...-
-hijo, he venido a confesarte... doctor... ¿podría salir de aquí...?-
Apenas el doctor iba a tomar sus cosas para salir de la habitación, en el entendido de que cualquier intento de salvar a su paciente carecía de utilidad, cuando el hombre a punto de entregar su alma a la eternidad lo detiene.
-no doctor.... no se vaya.... quiero también que usted escuche lo que tengo que decir....-
El doctor, con cierto gesto de extrañeza soltó el picaporte de la puerta y volvió a los pies de la cama de aquel hombre, se sentó en una silla y se dispuso a poner atención.
-Está... está bien...-
En ese momento el padre sacó de entre sus cosas un cáliz y una biblia que colocó entre sus manos y también se puso atento a las palabras casi ahogadas del moribundo....
-Padre....yo se que no tengo el perdón de Dios, hoy... hoy me iré de este mundo, y ya estoy cargando una enorme cruz...padre... no puedo... no puedo más...-
-hijo, Dios es misericordioso y seguramente estarás en su reino... continúa por favor...-
-padre, lo que voy a decirles sucedió en el sismo del 85, yo fui el dueño de esa fábrica de pantalones que se derrumbó... yo soy culpable de la muerte de mis empleadas...cincuenta murieron por mi culpa....-
El doctor, acostumbrado a apegarse a la lógica trató de hacerle entender que aquello había sido una desafortunada coincidencia...
-Eso fue un desastre natural, usted no tuvo nada que ver...nadie tuvo la culpa de nada... son cosas que simplemente pasan.-
-No doctor, habría sido un desastre natural solamente, pero yo le agregué de mi cosecha, esa mañana, yo las encerré dentro de la fábrica, habían pasado las fiestas del quince de septiembre, y pues... después de eso ya estábamos atrasados en la producción, y ya venía la temporada de navidad, ellas habían estado trabajando desde las cuatro de la mañana del diecinueve.... a las siete algunas de las costureras, tendrían que haber salido de rolar turno, otras por lo menos tendrían que haber ido a desayunar, pero yo... yo no quise que la producción se atrasara más, así que puse el candado por fuera y me fui a dormir a mi casa, después de todo yo también había estado toda la noche en la fábrica, me sentía cansado, pero cuando iba a llegar... fue cuando sentí la sacudida... no pensé que fuera a pasar eso.... todas murieron en la puerta tratando de salir....eso es lo que dijeron los rescatistas, bueno es que encontraron incluso uno de los cuerpos sujetando la manija de la puerta-
El cura no logró contener ese gesto de cierta repulsión que le causaba escuchar esa confesión, apretó con fuerza la biblia que sostenía entre sus manos, y le pidió que continuara....
-Padre... pero después la cosa no quedó ahí, esa fábrica era todo lo que yo tenía, y me negaba a perderla, ahora se que debí auxiliarlas, hoy se que pude haber hecho una diferencia... pero pues... me dio miedo de que al llegar la policía se dieran cuenta de que había laborado con algunas irregularidades, así que fue hasta una hora después del derrumbe, que llamé a los bomberos y no dejé entrar a los voluntarios hasta pasadas varias horas...es que tenía que esconder unos papeles... pero eso no es lo peor... después de eso, los rescatistas comenzaron a buscarlas, yo simplemente me escondí. 
En la noche cuando los topos y los voluntarios, suspendieron la búsqueda, regresé a las ruinas de mi fábrica, pues durante el día, me había dado cuenta de que en los pisos superiores, parte de lo que fue mi oficina seguía en pie... y mi caja fuerte estaba ahí...tenía la nómina de mis empleadas y mucho dinero, así que no lo pensé dos veces, regresé en la madrugada y le pedí a unos tipos que conocía en aquel tiempo, que me ayudaran a sacar la caja... ahí pude escuchar los gritos ahogados de mis empleadas...ellas se quejaban y pedían ayuda, yo simplemente hice lo que cualquiera hubiera hecho... .-
El doctor se notaba sumamente molesto ante lo que estaba escuchando...
-¡¿Y no hizo nada por ayudarlas?!-
-¿qué podía hacer doctor?..., solo recuerdo que cuando acabamos se subir la caja a una de las camionetas, vino el segundo temblor, y la fábrica terminó de caer... aún así... yo escuchaba como gritaban... me asomé por un hueco que quedó y pude ver a unas de ellas... estaban mal, muy mal... pero en ese momento yo tenía que ver por mi familia, el deducible del seguro sería muy caro... ¿Qué podía hacer?... simplemente no quise que el ejército o la policía me vieran ahí, tomé lo que quedaba, lo que pude y me fui-
El doctor hizo una pausa mirando con desconcierto al padre Rentería.
-contésteme una cosa: ¿Qué le dice su conciencia sabiendo que abandonó a su suerte esas mujeres? ¿no se puso a pensar que ellas tenían familia también?....-
-¿cree que no lo se doctor... ?... y no crea que he vivido en paz desde aquel día... cada noche, escucho sus gritos, puedo oír como se van apagando sus lamentos, como se van ahogando sus voces... y cuando abro los ojos ellas están aquí... las veo a mi lado, cada noche vienen, algunas no tienen rostro, todas flotan pues ninguna de ellas tiene pies, puedo ver sus ojos de sufrimiento, se que yo les causé la muerte, pero no imaginé todo eso....ahora.... ahora ellas están aquí... han venido por mi....-
En ese momento con un terrible gesto de aflicción, don Fermín señaló hacia la puerta de la habitación, sus ojos desorbitados por el miedo, solo se comparaban con el temblor de su mano señalando hacia ese lugar, tanto el cura como el doctor dirigieron la mirada hacia la puerta... pero no veían absolutamente nada....don Fermín entró en pánico...
-¡¿Qué no las ven....?!.... ¡ellas están ahí!... ¡ellas eran mis empleadas!... ¡no me deje morir doctor! ¡van a llevarme!...¡por favor doctor!....-
-Cálmese Fermín...-
Pero don Fermín intentaba levantarse como si alguien o algo estuviera frente a sí, veía con verdero terror hacia la nada... si solo repetía ese ruego
-¡No muchachas... perdónenme... no quise que murieran!....-
El pulso de don Fermín se elevó tanto que entre una gran mueca de dolor y de miedo, sucedió lo inevitable, despues de haber intentado levantarse, se dejó caer en la cama, con espuma en la boca y los ojos abiertos mirando al infinito.... el doctor, tomó su muñeca, después, haciendo uso de su estetoscopio revisó si su corazón latía, pero en el fondo, el galeno sabía de sobra lo que acababa de suceder. se quitó el estetoscopio de los oidos, y lo descansó en su cuello, después de eso, con un gesto de indiferencia, soltó la mano del recién fallecido, y tras mirar su reloj anotó en el certificado de defunción, diciendo en voz alta....
-hora de la muerte... 7:19.. está muerto....-
En ese momento el sacerdote cerró los ojos de don Fermín, y por la expresión en su rostro se sabía que tenía algo que deicirle al doctor, pero a la vez se le notaba que estaba buscando las palabas exactas...
-Doctor:.... hasta para un hombre de fe.... es dificil creer esto... ¿será que vio algo que ni nosotros podemos entender?...-
-No lo creo su cerebro sufrió hipoxia... eso debido a....-
No pudo terminar de decir esa frase, en el pasillo del departamento se escucharon unos pasos y unos lamentos, parecían ser de mujeres, ambos hombres se asomaron y quizás nunca lograsen explicar lo que sucedió, pues hay cosas que simplemente no pertenecen a la lógica.... en el pasillo vieron a muchas mujeres, con el cuerpo destrozado, caminando de forma errática, con añejas manchas de sangre en sus brazos y ropa, y todas estaban ataviadas con el mismo uniforme...el de la fábrica de pantalones, en ese momento, ellas estaban llevándose al alma de don Fermín... y en un parpadeó, como llegaron se fueron.... desapareciéndose en la nada....
FIN

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