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martes, 19 de enero de 2016

DIA DE MUERTOS Christian Perales
















EL DÍA DE LOS MUERTOS.
" Nuestros seres queridos, aunque partan al reino de Dios, siempre estarán con nosotros mientras no los olvidemos...."
Esa fue la enseñanza de vida con la que creció José, pero pareciera que con el tiempo la hubiera olvidado, no es que fuera una mala persona, pero tuvo una vida bastante dura, cuando niño, fue el único sobreviviente de un accidente carretero que cobraría la vida de sus papás, el tiempo fue cruel también, ellos, sus papás no tuvieron tiempo y vida para dejarle al menos un hermanito que acompañara su vida. José creció con la única familia que el conocía: su tía Enriqueta, Quetita como le decían cariñosamente quienes llegaba a comer a su cocina económica, ubicada en el callejón de Dolores en el centro histórico de la ciudad de México.
Quetita educó a José como un hombre de bien, de acuerdo a sus posibilidades, pues recibió la encomienda de cuidar de él sola, ya que su esposo, también había fallecido al intentar llegar de indocumentado a los Estados Unidos. Pues bien José trabajaba muy duro en un taller mecánico en la colonia Peralvillo, como podían él y su tía llevaban una vida decorosa y decente Josecito, -como le decía su tía representaba lo bueno en su vida pues era una persona de bien, honrado y no tenía más vicio que el baile y uno que otro cigarrillo esporádicamente.
La tarde del día de muertos del año 2011, José llegó de un arduo día de trabajo y entró a casa, donde Quetita afanosamente estaba terminando de poner la ofrenda para honrar y compartir con las ánimas que vendrían, en ese momento José se llenó de una nostalgia mal canalizada, ya que esto lo llevó a sentir cierta ira con todo el concepto de la muerte. Después de saludar con un beso en la frente a su tía empezó a caminar hacia su recámara en el modesto departamento., su tía Quetita, un poco desconcertada, por su hermetismo e indiferencia ante la ofrenda decidió que tenía que hacer que su "hijo" se interesara por quienes se había adelantado en el camino.
-Josecito....¿a dónde vas?...-
-Me voy a bañar Quetita... es que me voy a ir al Halloween... Paty me vino a invitar... -
-¿y tus papitos?...¿.no les vas a poner una lucecita para su camino?-
Esa fue la gota que derramó el vaso en el corazón de José, tantos años de reprimir emociones al querer tener a sus papás, siempre y no solo ese único día, estallaron de una muy mala manera...
-´¡Tía, ya estuvo!...¿no? mira si quieres seguir creyendo en eso allá tú, pero yo no voy a poner nada este año-
-hijo ándale, no te cuesta nada ponerles una veladorcita-
-ay ay... ¿ya qué?...-
En ese momento ya con cierta grosería José salió del departamento y bajó a la portería del edificio, para tomar unos adoquines que estaban ahí esperando ser colocados durante las obras de restauración del centro histórico, ya que tenía los adoquines en mano, volvió a donde Quetita había colocado la ofrenda y por aberrante que pareciera, colocó los adoquines en ella.
-Ahí están tía.... uno para mi mamá y otro para mi papá.... que hace años me dejaron solo...-
-hijo... ¡no te mandes!-
-yo ya cumplí tía, ya les puse algo... ya me voy....-
Ya no medió más palabra, de inmediato se salió a la calle para ir a la fiesta a la que lo habían invitado, llegando, solo se dio cuenta de que casi nadie había asistido, estaba muy aburrida, casi aletargada, José solo bailó dos o tres canciones, platicó un poco con amigos y cercano a las doce de la noche, decidió que era hora de regresarse a su casa.
Se enfiló por la calle del Marroquí, que a esas horas estaba muy solitaria y demasiado obscura, de hecho, toda la zona parecía estar en las tinieblas, pero a él no le importó, tota, ya solo le faltaba dos cuadras para llegar a casa, pero al llegar a la calle de artículo 123, escuchó una gran algarabía, era una procesión que venía en dirección hacia él, era algo maravilloso ver a tantas y tantas personas que con veladoras y movidos por la fe, caminaban por la calle, José se agazapó en la banqueta para verlos pasar, pero se llevó una muy amarga sorpresa al notar que dicha procesión no era de personas, eran de ánimas, de almas que venían a pasar ese día con sus seres queridos.
Entre la multitud pudo reconocer a don Gaspar, que había muerto hacía ya dos años, a doña Carmelita, la señora de la papelería que tenía como un año de muerta, a su amigo Gonzalo que tenía como tres años de haber dejado este mundo, todos venían al unísono caminando, excepto una pareja de ánimas que no tenían con qué iluminar su senda, ellos no podían alcanzar al grupo por que tanta obscuridad se los impedía, estas ánimas tropezaban y caía de rodillas, se levantaba y caminaban muy desorientados, a tientas iban buscando el camino, José se acercó para verlos para tratar de socorrerlos, pero estuvo a nada de desmayarse cuando notó, que esas dos ánimas que venían penando en el camino... eran sus papás, que venían sin luz, por que José se las había negado, y venían cargando el enorme peso de los adoquines que él les había puesto en esa ofrenda.
José salió corriendo de ahí, y llegó llorando a casa, Quetita, siendo la única madre que José tenía, al verlo llegar tan pálido y en un mar de llanto, de inmediato lo confortó
-¿que tienes....?-
Josecito no podía hablar, la impresión era demasiada para su mente...
-¿te asaltaron?...¿te pegaron?
No Quetita.... nada de eso, mira mañana me tengo que salir temprano....
Nunca sabremos si Josecito logró dormir esa noche, lo que si, es que apenas salía el sol y él ya estaba en el mercado de la colonia Portales, compró todo lo que importaba su quincena en cosas para sus ánimas, veladoras, fruta, calaveritas, copal, y de inmediato se fue a casa, llegando le pidió a Quetita que preparara unos tamalitos, y de inmediato reinó un ambiente festivo en la casa de Josecito-. Por la noche él y su tía rezaron el rosario, y al final de esté José apenas con un murmullo dijo algo muy del corazón.
-quisiera estar con ustedes papitos....-
Así terminó aquel día de muertos, las veladoras se apagaron a las cero horas del día tres de noviembre, José acostado en su cama, escuchó unos pasos acercándose a él, de pronto, vio, ante sus ojos lo más maravilloso pudo haber visto, ante él estaba su mamá, que cariñosamente le dio un beso de buenas noches y acarició su mejilla,
-hijo... llegó el día-
Fueron sus palabras... a la mañana siguiente Quetita se levantó pero José... ya no... los partes médicos decían que fue un infarto, pero la sonrisa con la que murió, nos hace saber que él... se fue con sus papitos...

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