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domingo, 8 de noviembre de 2015

ASÌ EMPECÈ A ESCRIBIR. Frank LaMora























En 1961 me inicié en la historieta como dibujante. Fue en la editorial de José G. Cruz, específicamente en la revista "Juan sin Miedo". 
Al leer los argumentos del señor Cruz, para comenzar el proceso del dibujo y fotomontaje de los cartones o páginas, mi mente volaba y volaba imaginándome las aventuras del personaje.
No sabría explicar por qué se me metió en la cabeza que yo también podía escribir, y un día me senté frente a mi máquina y me puse a teclear una aventura para El Santo "El Enmascarado de Plata". Esta labor me llevó varios días, sin dejar mi chamba de dibujante, claro. Y cuando asumí que el guión estaba terminado, se lo llevé al señor Cruz, no sin cierto miedo, porque de sobra conocía su duro, y a veces difícil carácter y temperamento.
Cuando se lo mostré me dijo:
- ¿Qué es esto?
- Un argumento para El Santo, señor. -le dije tratando de controlar mi temblorina-
Lo vi levantar y arquear su ceja izquierda al más puro estilo de La Doña. Y sin dejar de clavarme su fría mirada, que yo sentía como de hielo, preguntó, no sin cierta ironía:
- ¿Argumento?
Mi temor se convirtió en azoro cuando me arrebató las hojas de la mano, las rompió y las aventó a su cesto de basura.
- ¡Déjese de tontejadas y váyase a trabajar!
Como perro en barrio ajeno (con la cola entre las patas) salí de su oficina, fui hasta mi restirador y volví a lo mío... al dibujo.
Tres o cuatro días después, me mandó llamar.
Con lo que había pasado antes, me imaginé que volvería a frijolearme, si bien me iba, o en el peor de los casos, que me correría por haberme atrevido a "pisar sus terrenos", porque allí, el único que escribía los argumentos para El Santo, era él. ¡Y nadie más!
Al entrar a su oficina, vi que sobre su escritorio estaban las hojas de mi "argumento", pegadas con "diurex" y él parecía estarlas leyendo.
Ni siquiera levantó la vista para mirarme, sólo me dijo:
- Ya leí su... su... ...su ésta cosa que no me sirve ni para calentar mi boiler. (¡Órale!)
Pensé darme la media vuelta y salir de ahí para no volver a saber de tan altivo señor, pero levantó entonces la cabeza, se quitó los lentes, me clavó de nuevo sus negros ojos, y agregó:
- ¿Por qué escribió este argumento? Dígame la verdad.
- Pues... porque pensé que... que podía ser argumentista...
- ¡Hmmm! -arrugó la nariz como solía hacerlo cuando elucubraba alguna maldad... literaria por supuesto- ¿De veras quiere ser argumentista?
- S-Sí, pero...
- ¡Muy bien! -se levantó, me encaró y casi sonrió- ¡Yo voy a hacer de usted un argumentista... no tan bueno como yo (¡Sopas!), pero algún día se comerá una torta con un argumento que le compren!
Don José G. Cruz (qepd) nunca supo la cantidad de tortas que me he comido desde aquel 1961 hasta el 2004, año en que dejé la historieta para dedicarme a escribir cuentos, hasta el día de hoy, para una editorial española.
Gracias, don Pepe.

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