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domingo, 8 de noviembre de 2015

LA MARIONETA. Frank LaMora







SEGURAMENTE YA LO LEÍSTE ALGUNA VEZ, PERO NO ESTÁ POR DEMÁS REFLEXIONAR CADA UNA DE LAS PALABRAS.
Si por un instante Dios se olvidara que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero pensaría todo lo que digo.
Daría valor a las cosas, no por lo que valen sino por lo que significan.
Dormiría poco y soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz.
Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen, escucharía cuando los demás hablan, y... ¡Ah, cómo disfrutaría de un helado de chocolate!
Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando al descubierto, no solamente mi cuerpo, sino mi alma.
¡Dios mío, si yo tuviera un corazón! ... escribiría mi odio sobre el hielo y esperaría a que saliera el sol, pintaría con un sueño de Van Gogh, un poema de Benedetti sobre las estrellas y una canción de Serrat, sería la serenata que le ofrecería a la luna.
Regaría con mis lágrimas las rosas para sentir el dolor de sus espinas y el encarnado beso de sus pétalos.
Dios mío, si yo tuviera un trozo de vida, no dejaría pasar ni un sólo día sin decirle a la gente que la quiero.
Convencería a cada mujer de que ella es mi favorita y viviría enamorado del amor.
A los hombres les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse.
A un niño le daría alas, pero dejaría que él solo aprendiese a volar.
A los viejos, a mis viejos queridos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido.
Tantas cosas he aprendido de ustedes los hombres...
He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada.
He aprendido que cuando un recién nacido aprieta por primera vez con su pequeño puño el dedo de su padre, lo tiene atrapado para siempre.
He aprendido que un hombre únicamente tiene derecho a mirar a otro hombre hacia abajo cuando ha de ayudarlo a levantarse.
Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes, pero finalmente no habrían de servir de mucho, porque cuando me guarden dentro de mi maleta, infelizmente me estaré muriendo.
(Texto del ventrílocuo Johnny Welch recitado con, y en la voz de su muñeco "El Mofles")

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