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miércoles, 24 de febrero de 2016

EL PANTEON. Alejandro Mazinger Morales








EL PANTEÒN. 

Sucedió en el año 94'como todo buen estudiante mi economía y la de mis amigos estaba muuuy fregada! 

Pero entre los amigos nos hacíamos fuertes! 

En esos tiempos organizamos una banda de rock llamada septiembre negro, ensayábamos los miércoles en el taller de herrería de un amigo, todo esto paso en mi tierra, león Guanajuato. 

Como a la par del grupo también jugábamos fútbol americano, teníamos que combinar las practicas con los ensayos, y la verdad en esas épocas fumábamos como unos verdaderos energúmenos! 

Y tomábamos en demasía! 

En una ocasión, veníamos de ver un juego, y traíamos siempre nuestras cervezas en una mochila, ya que éramos menores de edad y no podíamos estar bebiendo en vía pública como si nada.

Nos metimos a un panteón que se llama "jardines del tiempo" solo con el fin de tomarnos nuestras cervezas en paz, mi amigo homar (así, con h) y yo nos fuimos a la parte más alejada, de hecho,  hasta la barda del panteón y ahí estuvimos tomándonos nuestras cervezas en santa paz.

Había una tumba a nuestro lado de un señor llamado Serapio Sánchez, nosotros, al estar ahí, le comenzamos a arreglar su tumba, así nada más,  quitarle el pasto, y pues de algún modo tomar con el. 

Pronto agarramos la costumbre de ir al panteón a tomar por lo menos cada dos semanas, siempre llegábamos a la misma tumba al fondo del panteón, con Serapio Sanchez. 

Le llevábamos flores, y le poníamos fotos de nuestra banda. 

Cabe destacar que la única razón por la que entrábamos al panteón era porque realmente ahí podíamos tomar en paz sin que nadie nos molestara. 

Un día llegamos, hicimos lo mismo de siempre, tomar.

La plàtica entre mi amigo y yo estuvo muy amena,  al grado que se pasò el tiempo sin sentir, empezó a anochecer y nos levantamos de nuestro lugar.

Nos dispusimos a irnos ya que ese día tocaba ensayo, recorrimos todas las hileras del panteón, las que están encimadas, no en suelo sino encimadas en pisos.

Llegamos hasta la entrada y cual fue nuestra sorpresa al ver el gran portón del panteón cerrado con tremendas cadenas y candados! 

La verdad,  hasta ese momento no habíamos pensado nada de aquel lugar, pero al vernos encerrados dentro nos corrió un escalofrío inmenso!

Lo único que se nos ocurrió fue ir  corriendo hasta la barda, que no era tan alta y saltarla para salir de ahi, lo único que teníamos que hacer era atravesar todo el panteón. 

Empezamos a correr hasta allà  y  cuando volteamos  vimos a un señor que la verdad,  hasta el día de hoy no se si era muerto o vivo, un cuidador o un espíritu, pero lo vimos a lo lejos, agachado, traìa puesto  un sombrero.

Estaba observándonos, en ese momento el miedo la verdad nos gano. 

Corrimos mas o menos la distancia de 65 metros  entre las tumbas apiladas hasta llegar a la barda que alcanzamos de un salto. 

Salimos de ahí todos raspados y con la ropa llena. de cal, de suerte pasò por ahí nuestro microbús, y subimos riendo,  màs de nervios que cualquier otra cosa.

La gente nos observaba con curiosidad porque nos vieron brincar la barda del panteón. 

Esa fue nuestra última aventura ahí, y juro que no lo hacíamos con el afán de ofender ni de faltarle el respeto a nadie, pero ese susto de ver cerrado el panteón y de ver a aquel hombre a lo lejos no nos lo quitò nadie. 

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