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domingo, 21 de febrero de 2016

CHANGÓ, ELEGUÁ Y BABALÚ Frank La Mora

CHANGÓ, ELEGUÁ Y BABALÚ

Desde que me mudé, hace más de tres años, a esta casa (y de ustedes también), noté que en la única habitación con piso de ladrillo había una mancha aceitosa en el suelo, era de unos veinte centímetros y de forma irregular. No fue fácil quitarla, pero desapareció a fuerza de lavar una y otra vez con jabón y cepillo. De modo que me olvidé de eso.

Como a los tres o cuatro meses de vivir aquí, por la noche empecé a escuchar algo que me parecía un lamento muy apagado, apenas perceptible, pero no podía identificar de donde provenía. Al principio no hice mucho caso, pero poco a poco le puse más atención y aquelo se hizo más lastimero aún, aunque no tenía la menor idea de su origen.
Un fin de semana, haciendo limpieza general, levanté el tapete y me sorprendí al descubrir que la mancha del piso estaba ahí de nuevo.
Volví a lavar y lavar hasta que volvió a desaparecer.
Para no extenderme, el lamento seguía y seguía, y la mancha del piso regresaba. Era como un cuento de nunca acabar.
El pasado mes de febrero, decidido a terminar con aquello, hice levantar los ladrillos y debajo, la tierra también estaba aceitosa. La persona que contraté, me dijo:
- Eso es lo que le está manchando los ladrillos. Si quiere, saco esa tierra mugrosa, se la cambio por tierra buena y también le cambio los ladrillos.
Me gustó la idea y le dije que sí.
Luego de cavar unos ochenta centímetros, se encontró un bultito, era como un "tamal", pero envuelto en terciopelo negro. Inmediatamente pensé en brujería y decidí abrir el bultito para ver que contenía. Adentro había un collar de cuentas de colores junto con uñas humanas y plumas negras.
Debo decir que el pobre hombre se asustó, se fue sin cobrar su trabajo y ya no regresó.
Llevé el hallazgo con alguien que sabe de esto y me dijo que se trataba de un "trabajo" de santería cubana dedicada a Eleguá y Changó, los "señores que recogen almas". Y de no haberlo desenterrado, ahí hubiera sucedido una tragedia, pues Changó y Eleguá deben entregar una "cuota" de almas a "Babalú", el amo del Averno. ¡Óoorales!
Por supuesto que ya no quise nada de aquello y mi amigo se quedó con el "entierro". Además, la persona a la que le compré la casa, por eso la vendió y no supo decirme a quien le perteneció antes. ¡Un misterio!
Hasta hoy me atreví a compartirlo, porque la mancha del piso no ha vuelto a aparecer y tampoco los murmullos nocturnos que ya me tenían con el bofe a punto de turrón.
Aquí, en el callejón coyoacanense donde vivo, se ven y oyen otras cosas, que les compartiré después.

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