- Mi señor, no hay nada qué temer.
Pero al poco tiempo, al ver que los extranjeros se iban apoderando poco a poco de su imperio, el enfurecido tlatoani mandó llamar al amopiluani (verdugo) y le dijo:
- Mi sitlalmatini está en mis aposentos, dentro de poco lo despediré y tú, presta buen oido a mis palabras. Si le digo "hay un gran cielo azul sobre nosotros", debes ahorcarlo en seguida. Si por lo contrario le digo: "Ve en paz", guárdate de tocarle un solo pelo de su cabeza.
- ¡Vaya, que has leído tan bien el futuro de este, tu gran pueblo! Pero... ¿Podrías decirme la fecha de tu muerte?
El astrólogo, que no tenía un hirsuto pelo de tonto, respondió hábilmente:
- Mi señor, mis conocimientos no llegan a tanto como para precisar esa fecha. Lo único que puedo decir, es que... moriré tres días antes que tú.
- ¡VE EN PAZ, MI QUERIDO SITLALMATINI! ¡VE EN PAZ!
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