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jueves, 5 de noviembre de 2015

CARTA DE UNA ABUELA. Frank La Mora





Querido nieto:
La semana pasada fui al súper con Periquín, otro de mis nietos y primo tuyo. Y viví una hermosa experiencia que quiero compartir contigo.
Cuando estábamos en la sección de libros, me encontré una calcomanía muy bonita para el coche que decía:
"SI AMAS AL SEÑOR, TOCA EL CLAXON"
Como me gustó mucho, la compré y al salir, la pegué en la parte trasera de mi auto.
Ya de regreso a casa, llegué al complicado cruce de dos avenidas en donde había muchos autos. Era la hora "pico" y tu ya sabes como es eso.
Pues yo quedé allí, detenida, porque estaba la luz roja y pensando en lo agradecida que estoy con EL SEÑOR, por todo lo que me ha dado.
No me di cuenta que la luz se había cambiado a verde, pero descubrí que muchos otros, como yo, también aman al Señor, porque inmediatamente comenzaron a sonar sus bocinas.
El hombre que estaba en su auto, detrás de mi, era sin duda bastante más agradecido que yo, porque tocaba su claxon sin parar y me gritaba: ¡Dale! ¡Dale, por el amor de Dios!
Seguramente dirigidos por ese noble caballero, tocaban y tocaban sus bocinas. Yo les sonreía a través de la ventanilla.
Vi que un muchacho, desde otro auto, me enseñaba su mano de una manera muy curiosa, levantando sólo el dedo medio. Le pregunté a Periquín, que estaba a mi lado, qué significaba eso y me contestó que era el saludo mazatleco de buena suerte.)
Entonces yo saqué mi mano por la ventanilla y a todos los saludé, deseándoles también buena suerte.
(Periquín se doblaba de risa, supongo que era por la bella experiencia que estaba viviendo conmigo)
El hombre de atrás mío, se bajó de su coche y comenzó a caminar hacia el mío, yo creo que para orar conmigo o tal vez para preguntarme en donde había comprado la bendita y hermosa calcomanía.
En ese momento vi que la luz estaba en verde y me puse en movimiento, pero me sentí muy triste de dejarlos, después de todo el amor que habíamos compartido juntos. De modo que me detuve otra vez, me bajé, y como los toreros, saludé a todos a mi alrededor, deseándoles mucha, pero mucha muy buena suerte al estilo Mazatlán.
Por fin me fui de ahí, rogando por todos esos buenos hombres y mujeres que aman al Señor.
Tu abuela que te quiere.
Besos.

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