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miércoles, 4 de noviembre de 2015

El Nahual. parte 2. El encuentro. Juan Josè Uribe Rizo.


Al siguiente día nos sentíamos muy cansados después de lo sucedido el día anterior.
Durante el desayuno me le quedè viendo a mi abuela muy fijamente sin pronunciar palabra, pero ella parecìa que me leía la mente ya que me dijo, tu me hiciste una promesa y la vas a cumplir, yo solamente le dije si abue, usted no se preocupe.
Paso toda la mañana sin ningún contratiempo y le comunicamos a Elena que el día siguiente  seguiríamos nuestro camino para llegar a Arandas, ella nos dijo que si era posible que nos quedáramos hasta el fin de semana para que ella nos acompañara, me volví a ver a la abuela para ver que decidía y sin más le dijo a Elena que si que no había problema.
Como a las 12 del día le comentè a Manuel, que diéramos una vuelta por el rancho a lo que el accedió y sin más, mandamos ensillar dos animales, ya con ellos de la brida los montamos y a paso lento nos dirigimos al centro de la propiedad, cuando a lo lejos vimos los restos de una fogata, pero no había persona alguna cerca para decirnos si es que estaban marcando ganado.

Nos acercamos a donde estaban los restos de la fogata y vi algo que me sorprendió.
Entre los restos de la fogata se encontraba un molcajete grande, el cual tenia residuos de sangre.
Nos ibamos a retirar del lugar cuando llegò  una de las mujeres del servicio de la casa y se dirigió a nosotros diciendole a Manuel que buscara su destino, porque el no era de ahí, me le quede viendo a Manuel y no comentamos nada, nos dirigimos a la casa de regreso y le dije a mi abuela lo
que habíamos encontrado.
Ella simplemente se me quedò viendo y se quedò callada, pasò la tarde sin ningún contratiempo.

Por la noche se empezaron a escuchar nuevamente los aleteos y graznidos, pero ya la abuela junto con Elena habían puesto tijeras abiertas en forma de cruz en puertas y ventanas y llamaron a todas la mujeres de la propiedad para que se refugiaran en la sala.
Llegaron todas la mujeres, eran cinco en su totalidad pero faltaba una, la que por la mañana le había dicho a Manuel que buscara su destino.

No dije nada de que faltaba una mujer, al poco rato se
dejaron de escuchar los aleteos y salimos al patio de la casa y encontramos un caballo negro muy bonito pero sin jinete, lo primero que hice fue ver si tenia cola por lo del nagual, pero si estaba  completo.

Preguntamos que de quièn era ese animal y ninguno de los peones o de las mujeres supo contestar, también lo que observè es que el animal no estaba marcado, no tenia marca alguna.
Elena diò orden de que fuera llevado a uno de los corrales y al siguiente día en el pueblo se preguntaría si era de algún ganadero de la comarca. Nos fuimos a descansar sin hacer comentario alguno.

Al siguiente día muy temprano, Elena mando traer la carreta para que uno de los trabajadores nos llevara hasta el pueblo para ver al señor  cura y ver lo del caballo, si es que alguien lo reconocía, después de desayunar salimos al patio y uno de los mozos llego a decirle a Elena que el caballo no estaba en donde lo habían dejado, salimos a buscarlo por algunas partes del rancho y
del caballo ni sus luces.
Nos subimos a la carreta y emprendimos el camino a San Francisco del Rincón, al llevar casi medio camino andado, vimos a lo lejos el caballo negro pero en esta ocasión estaba acompañado de un
jinete, también vestido todo de negro, al llegar a la altura del jinete este nos marco el alto, y nos dijo que èl era socio de Manuel y que iba en ese momento a cobrar lo de su trato con èl.
Elena le contestò que ella no sabia de trato alguno con nadie de la comarca de la propiedad de  Manuel, el tipo le contesto, con Manuel no fue el trato, fue con Rosa y Rosa no cumplió por eso vengo por lo mio, se le quedo viendo a la abuela y le dijo  -“tu sabes por lo que vengo Ramona”-,
La abuela se puso pálida y no contesto nada, simplemente se le quedoò viendo al jinete.
Vimos como el dichoso enlutado se subía a su caballo y partía por el camino rumbo al pueblo, al  perderlo de vista le preguntè a mi abuela, -¿que fue lo que nos quiso decir el jinete abuelita?-, ella simplemente nos contesto ¡nada, yo no se nada!.
Llegamos al pueblo y nos dirigimos a la iglesia para ver al señor cura y comentarle los sucesos de los dos últimos días, después de escucharnos se metió a la sacristía y saliò con un estuche como de
piel no muy grande, tenia el tamaño aproximado a una biblia, le dijo a una persona que era la que le hacia la limpieza, que ya se podía ir que cerrara bien la iglesia, que el iba a regresar hasta el día siguiente.
Se subió a la carreta y sin más le ordenò al mozo que la llevaba que se arrancara para el rancho.

Por el camino el sacerdote nos iba preguntando que porque parte del rancho habíamos visto los restos de la fogata y el molcajete, le indicamos por donde era, al llegar al rancho nos pidió que lo lleváramos al lugar, pero mi abuela le dijo que ya era tarde y que era muy peligroso ir a esa hora a buscar algo que no sabíamos que era.

El sacerdote no dijo nada, solo se metió a la casa y les dijo a las mujeres, que reunieran todas las cruces, rosarios y escapularios que tuvieran,  ya que los iban a necesitar.

Las mujeres se fueron a sus viviendas para realizar lo encomendado, todas ella regresaron trayendo lo que se les pidió, en eso se escuchò el galope de un caballo y un relincho del mismo animal. 

El padre les pidió a las mujeres que tomaran los rosarios y los escapularios pero sin dejar que los viera alguien y salieron al patio de la hacienda para ver al jinete y poder platicar con el.

El sacerdote se dirigió al jinete y le preguntò que què era lo que quería,  el enlutado solo le respondió que iba por lo de èl, el señor cura le preguntò, ¿que es lo tuyo que vienes a reclamar?, el jinete respondió vengo por Manuelito ese fue el acuerdo con Rosa, que me iba a entregar al primer nieto que tuviera, porque yo soy su abuelo.

La verdad nos quedamos de una pieza al escuchar esto, pero el padrecito ni se inmuto al contrario, les dijo a las mujeres que lo rodearan y sacaran los rosarios y escapularios y se los lanzaran.

Al momento las mujeres lo hicieron tal y como lo indicò el cura, el cual empezó a rezar y lanzar agua bendita que llevaba en el estuche junto con un libro, el jinete se empezó a desaparecer, solo se  escuchò una carcajada en el aire, segundos después se escuchò que algo cayò. 

Volteamos a ver y era Manuelito, el cual había perdido el conocimiento, nos hincamos para ver que era lo que tenia, y al responder satisfactoriamente ya no nos preocupamos de el.
Al entrar a la casa encontramos a Elena que estaba luchando con una bola de fuego en la sala de la casa, inmediatamente el padre empezó a rezar y a lanzar agua sobre la bola de fuego,  se alcanzò a  ver el rostro de la mujer del servicio que faltaba, la bola salio de la casona y se elevò dando tumbos.
El sacerdote gritò que la siguieran, para saber en donde se escondían las brujas.

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