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martes, 3 de noviembre de 2015

La Despedida. Beatrizp Ortega


Que tal amigos, quiero compartir con ustedes varias experiencias, voy a llamarlas fuera de lo común, porque de algún modo les he dado una explicación.
Hace poco más de 6 años murió mi mami; aparte del shock que fue encontrarla sin vida en forma inesperada, pues vino la confusión de cómo realizar su funeral.
Después de platicarlo, mis hermanos, mi padre y yo decidimos velarla en una funeraria y no en nuestra casa, como se acostumbra en Iztapalapa, de donde somos originarios.
El cuerpo fue trasladado y me quedé en casa para avisar a los vecinos y parientes del deceso; cuando estaba a punto de salir hacia la funeraria y reunirme con mi familia, llegó uno de mis hermanos para bañarse y regresar al velorio.
Mi entonces esposo decidió quedarse en casa para contestar el teléfono y seguir dando informes a los parientes y conocidos.
De pronto, el ambiente se inundó del aroma del perfume que siempre había usado mi mami: las casas, el patio y hasta la azotea.
Mi hermano, mi esposo y yo buscamos por todos lados el origen del aroma y no encontramos nada; los frascos del perfume estaban perfectamente bien cerrados.
Creo que el alma de ella se fue a despedir de su casa y la recorrió por última vez; mi hermano dijo que tal vez ella hubiera querido ser velada en casa, el asunto fue que el aroma duró hasta el día siguiente, en que fue sepultada en el panteón municipal de Iztapalapa.
Pasaron 49 días exactos de la muerte de mi mami y todos en mi familia estábamos sumidos en una profunda depresión.
En la madrugada del 25 de noviembre de 2008, estando dormidos mi esposo, mi hijo y yo, me despertaron unos golpes en la ventana de mi recámara y la voz clarísima de mi mami que dijo: "Hija, ya me voy"...
Siempre que ella salía o regresaba de algún lado, acostumbraba tocarme en esa ventana y avisarme.
Cuando la escuché, me levanté de un salto y sin pensar, me puse una chamarra y mis tenis; mi esposo despertó y me preguntó que a dónde iba y le dije que mi mamá ya se iba, él me detuvo y me dijo que recordara que ella había muerto, que no me podía hablar ya.
Me tranquilizó, regresamos a la cama y apagamos la luz para dormir y de nuevo, de pronto se escucharon nuevamente los golpes en la ventana y la voz de mi mami diciendo "hija, ya me voy".
Mi esposo se levantó, más que aterrado porque la escuchó clarísimo.
A partir de ese momento me tranquilicé por mi mami y la depresión que sufrí se terminó.
Entendí que había cumplido una promesa que se había hecho, medio en broma y medio en serio, hacía muchos años entre mi mami, mi hermana y yo: la primera que muriera se iba a ir a despedir de las otras 2.
Ya estaba en un lugar mejor y quiso avisarnos.

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