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jueves, 5 de noviembre de 2015

El Nahual. La hacienda. Parte 2. Juan Josè Uribe Rizo.







Al girar nuevamente mi cabeza para ver aquel cuerpo este se estaba descomponiendo rápidamente.
Toda la materia había desaparecido quedando únicamente los huesos, que al momento tambièn se comenzaron a hacer polvo y una ràfaga de viento los desapareciò al volar el polvo en que se habìan convertido.
El sacerdote se acerco a nosotros y le dio las gracias a mi abuela, diciendole , que solo las oraciones de un familiar podían acabar con el Nahual.
Nos despedimos del señor cura y fuimos ir a recoger nuestro equipaje para seguir nuestro camino para
Arandas.
En ese momento llegò el hotelero y le comento a mi abuelita que si no quería ir a a la hacienda de la
cual era propietario su sobrino, me le quede viendo a mi abuelita y le dije, pues no perdemos nada
con ir.
Nos llevaron en una carreta hasta las afueras de San Francisco y me quedè pàsmado ante lo que estaba viendo.
Era una bella propiedad, preguntè, que què era lo que iba a pasar con tan hermosa hacienda, nos respondieron que el sobrino de mi abuela tenìa a su esposa y a un hijo los cuales vivìan en Leòn, que los buscarìan para notificarles de su fallecimiento.
Fuimos por nuestra maletas hasta el hotel y nos invitaron a comer, mi abuela y yo aceptamos porque ya hacia hambre.
Cuando acabamos nos fuimos a la terminal de los autobuses para tomar uno e irnos para Arandas.
Se acercò un jovencito como de catorce o quince años
preguntando por la Señora Ramona Vivanco, mi abuela le contestò que ella era, que què se le ofrecìa.
Èl le dijo que si era posible nos detuvieramos un poquito en lo que llegaba su mamà, que tenìa algo que decirle a mi abuela.
Despuès de lo vivido, que más puede pasar si nos quedamos otro rato, pensè..
Llego una señora muy joven y se acercò a nosotros diciendonos que era la esposa de Manue,l hasta
ese momento yo supe el nombre del sobrino de mi abuela, nos comento que nos quedáramos con
ella uno o dos días ya que tenia miedo de que los amigos de Manuel fueran por ellos y los lastimaran.
Mi abuela me preguntò que si me podía quedar para acompañarla uno o dos días y le dije que si que no habìa problema.
Nos regresamos al centro de san Francisco y platicando con èsta señora quièn dijo llamarse Elena, le preguntamos que si ibamos nuevamente al hotel para solicitar habitación y ella nos dijo que no, que en ese momento se presentaría ante el presidente municipal con los documentos que llevaba para que le dieran posesión de la hacienda.
Nos dirigimos a la presidencia, y al llegar preguntamos por el presidente municipal y nos dijeron que en ese momento no estaba que nos esperáramos un momento y lo mandarían llamar.
Nosotros accedimos y vimos llegar al hotelero que al vernos comentò -¿no que ya se iban para Arandas?- le
comentamos que en la misma terminal habíamos encontrado a Elena la esposa de Manuel el sobrino
de mi abuela.
En eso llegò el presidente municipal y nos pasò a su despacho, Elena entregò la documentación que llevaba y sin más tràmite le dieron la posesión de la hacienda.
Para esto ya eran como las 9.00 de la noche y le dije tanto a Elena como a mi abuela y al jovencito que
ya era muy tarde para salir hacia la hacienda, que mejor lo hiciéramos al siguiente día,
No hubo inconveniente por parte de ninguno y nos fuimos con rumbo al hotel.
En ese momento vimos como una bola de fuego descendía del cielo hacia nosotros
-¡ya llegaron!- dijo Elena
-¿quièn llegò?- preguntè
-los amigos de Manuel-
-¿otro Nahual?- dije
Vi que mi abuela se ponía pálida y le dije, "tranquila
abue, no pasa nada",
Corrimos lo más que pudimos para el hotel y entramos rápidamente, el hotelero se nos quedo viendo lo pálidos que ìbamos porque ya no era una bola nada màs, sino como seis o siete las que nos estaban siguiendo, el hotelero se dio cuenta y mando cerrar inmediatamente,
las puertas y ventanas.
Nos reunimos los empleados, el hotelero y nosotros en el salón principal del hotel para ver que era lo ìbamos a hacer.
En ese momento llegò el señor Cura y dirigiendose a nosotros dijo, "ustedes no son culpables de lo que se avecina sobre el pueblo, lo que pasa es que un grupo de
habitantes de las fuerzas obscuras se posesionaron de los alrededores y para poderlos vencer tenemos que saber en donde hacen sus reuniones y quienes son para poderlas atacar antes de que regresen al lugar en donde hacen su aquelarre".
Al escuchar esto me quedè de una pieza y me dije ¿a dònde me vine a meter, mi abuela bruja y esto
que estoy viendo, son brujas también y puès ahora ya estoy metido y a tratar de salir.
En eso vimos como una de las bolas se detenía ante una de las ventanas y se empezaba a transformar en una mujer, alcancè a ver como el hotelero se quitaba la camisa y volteandola al revés la lanzò al aire y la bola
se desapareció inmediatamente.
Estuvimos despiertos toda la noche, al día siguiente nos fuimos a descansar un rato, para poder irnos a la hacienda y que Elena junto con su hijo tomaran posesión de lo que les pertenecía.
Dormimos como hasta las 12 del día, nos despertó el hotelero y el señor Cura, diciendonos que era buena hora para partir a la hacienda, comimos rápidamente y en una carreta nos llevaron a para allà.
El presidente municipal llegò casi al mismo tiempo que nosotros y juntò a los peones y les presentò a la señora Elena como nueva propietaria de la hacienda, tomando posesión de la misma esa tarde.
Nadie dijo nada, solo uno de los peones comentò que el ya conocía a la señora, que la había conocido
en una ocasión que había acompañado al patrón don Manuel a León y que èl le había mandado llamar con una carta una semana antes.
Nos llevaron a la sala y una de las jóvenes del servicio nos comentò que no había mucho que comer ya que el patrón tenia como un mes que no llegaba a casa y por eso no había casi alimentos.
Mi abuela le dijo que habiendo tantas gallinas en el corral puès que mataran una e hicieran por lo pronto un caldo, a lo cual la jovencita no puso ningún reparo e inmediatamente fuè a hacerlo.
Cuando estábamos cenando se empezaron a escuchar como aleteos por afuera de la habitación en donde estábamos, las mujeres del servicio llegaron y empezaron a decir que eran las brujas que a veces llevaba Manuel a casa y que iban a pelear lo que según les pertenecía.
Se levanto mi abuela y empezó a pedir todas las tijeras que hubiera en la casa ya con las tijeras reunidas comenzò a ponerlas abiertas en forma de cruz en las ventanas, a Manuel chico y a mi nos pidió que nos volteáramos hacia la pared y a todas la mujeres les pidió que se quitaran su ropa interior y que la voltearan al revés y la pusieran en las puertas, se dejaron de escuchar los aleteos.

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