Caminando por entre los sepulcros, Verónica, la futura desposada, tropezó con un cadáver mal sepultado y ella, en forma de broma, le dijo:
- ¡Ay, amigo! Te invito a mi boda, por ningún motivo vayas a faltar.
- ¿Me recuerdas?
- Pues la verdad... no. -contestó ella- ¿Cuándo y dónde nos conocimos?
- No hace mucho. Me invitaste cuando tú y tus amigas andaban en el panteón, tropezaste conmigo y me dijiste que no fuera a faltar por ningún motivo. Y pues... aquí estoy.
El bello rostro de Verónica se contrajo en una grotesca mueca de terror y todos los presentes la vieron desplomarse sin vida a causa de un infarto fulminante.
Nadie se explicó la causa de su repentino fallecimiento, solamente comentaron que antes de caer, la vieron que bailaba muy feliz en medio de todos, pero... sola.
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