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jueves, 5 de noviembre de 2015

GLENN CUNNINGHAM. Ely Ortiz







GLENN CUNNINGHAM.

En la pequeña escuelita rural había una vieja estufa de carbón muy anticuada.
Un chiquito tenía asignada la tarea de llegar al colegio temprano todos los días para encender el fuego y calentar el aula antes de que llegaran su maestra y sus compañeros.
Una mañana, llegaron y encontraron la escuela envuelta en llamas.
Sacaron al niño inconsciente más muerto que vivo del edificio.
Tenía quemaduras graves en la mitad inferior de su cuerpo y lo llevaron urgente al hospital del condado.
En su cama, el niño horriblemente quemado y semi-inconsciente, oía al médico que hablaba con su madre. Le decía que seguramente su hijo moriría que era lo mejor que podía pasar, pues el fuego había destruido la parte inferior de su cuerpo.
Pero el valiente niño no quería morir. Decidió que sobreviviría.
De alguna manera, para gran sorpresa del médico, sobrevivió.
Una vez superado el peligro de muerte, volvió a oir a su madre y al médico hablando despacito.
Dado que el fuego había dañado en gran manera las extremidades inferiores de su cuerpo, le decía el médico a la madre, habría sido mucho mejor que muriera, ya que estaba condenado a ser inválido toda la vida, sin la posibilidad de usar sus piernas.
Una vez más el valiente niño tomó una decisión.
No sería un inválido. Caminaría. Pero desgraciadamente, de la cintura para abajo, no tenía capacidad motriz. Sus delgadas piernas colgaban sin vida. Finalmente, le dieron de alta.
Todos los días, su madre le masajeaba las piernas, pero no había sensación, ni control, nada.
No obstante, su determinación de caminar era más fuerte que nunca.
Cuando no estaba en la cama, estaba confinado una silla de ruedas.
Una mañana soleada, la madre lo llevó al patio para que tomara aire fresco.
Ese día en lugar de quedarse sentado, se tiró de la silla. Se impulsó sobre el césped arrastrando las piernas.
Llegó hasta el cerco de postes blancos que rodeaba el jardín de su casa. Con gran esfuerzo, se subió al cerco. Allí, poste por poste, empezó a avanzar por el cerco, decidido a caminar.
Empezó a hacer lo mismo todos los días hasta que hizo una pequeña huella junto al cerco. Nada quería más que darle vida a esas dos piernas.
Por fin, gracias a las oraciones fervientes de su madre y sus masajes diarios, su persistencia férrea y su resuelta determinación, desarrolló la capacidad.
Primero de pararse, luego caminar tambaleándose y finalmente caminar solo y después correr.
Empezó a ir caminando al colegio, después corriendo, por el simple placer de correr.
Más adelante, en la universidad, formó parte del equipo de carrera sobre pista.
Y aun después, en el Madison Square Garden, este joven que no tenía esperanzas de sobrevivir, que nunca caminaría, que nunca tendría la posibilidad de correr, este joven determinado, llegó a ser el atleta
estadounidense que ¡corrió el kilómetro más veloz el mundo
Glenn Cunningham nació el 4 de agosto de 1909, en Atlanta, Kansas.
Fue uno de los mejores atletas del mundo durante la década de 1930, ganando el prestigioso premio Sullivan, en 1933, como el más alto de los atletas amateur.
El colegiado nacional UCA y campeón en 1932, llegó a colocarse cuarto en el Olímpico de 1.500.
Cunningham ganó el apodo de “Kansas Ironman” el hombre de hierro de Kansas, por una serie de actuaciones estelares.
Graduado de la Universidad de Kansas, Cunningham ganó dos títulos nacionales colegiado UCA y ocho coronas, cinco de ellos en el exterior en una milla-1.500.
Él estableció un récord mundial de una milla 4:06.8 en 1934. Fue segundo en el 1936 Olímpicos de 1.500 y dos semanas más tarde establecer un récord mundial 800 de 1:49.7.
En 1938, Cunningham corrió una milla en 4:04.4 en una pista extra, una marca muy por debajo del récord mundial al aire libre.
Debido a los problemas de circulación causados por el accidente de su infancia, Cunningham necesitaba casi una hora para prepararse para una carrera.
En primer lugar necesitaba masajes en sus piernas y un largo período de calentamiento.
Obtuvo un título de maestría de la Universidad de Iowa y un doctorado de la Universidad de Nueva York, se retiró de la competencia en 1940 y durante cuatro años fue director de educación física en la Universidad de Cornell en Iowa.
Luego Cunningham y su esposa abrieron para la Juventud el Glenn Cunningham Ranch en Kansas, donde ayudó alrededor de 10.000 niños desfavorecidos y se convirtió en un predicador laico.
Murió en Arkansas el 10 de marzo de 1988. 

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