A propósito del día de muertos.
¿Será qué la muerte se presiente?
Era un viernes de 2002, y ya avanzada la tarde Miguel subió a mi oficina. Quería contarme que se iba a comprar un auto nuevo, se había decidido por un Altima que le gustaba mucho.
La charla no tendría nada de extraño a no ser porque Miguel y yo llevábamos varias semanas sin hablarnos. Nos habíamos retirado el saludo por alguna tontería y esa tarde me habló como si nada hubiera pasado.
Al siguiente lunes cuando llegue a la oficina note un ambiente raro, como gris, como de tristeza. A los pocos minutos de ocupar mi oficina subió la recepcionista y me preguntó ¿Ya supiste lo de Miguel? Y me comenzó a contar.
Resulta que el viernes por la noche, Miguel junto con uno de sus amigos se fueron de parranda. Por algún lugar contrataron a dos chicas de la vida galante y terminaron en un hotel.
Al calor de la fiesta y sin darse cuenta, las mujeres pusieron algo en las bebidas de Miguel y su amigo. Esa sustancia provocó la muerte de Miguel.
Al terminar de enterarme de lo sucedido, comprendí que Miguel había subido a mi oficina el viernes anterior, no para contarme de su nuevo auto, sino para despedirse de mi. Seguramente no se quiso ir sin remediar aquella tontería por la que dejamos de hablarnos.
¿Será qué la muerte se presiente?
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